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domingo, 6 de junio de 2010

HOMENAJE A CHUQUISACA

BANDERA CHUQUISAQUEÑA
Germán Zelada Urioste

Mi bandera está en la altura
flameando con altivez
con la Cruz de San Andrés
roja sobre su blancura.
Es signo de la bravura
del pueblo de mis mayores,
en mi verso los honores
le rindo con gran fervor
y le juro por mi honor
jamás cambiar sus colores.



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LA CALANCHA
Germán Zelada Urioste

Una bala es disparada
y de pronto, en La Calancha,
el albo lienzo se mancha
con una equis colorada.
Con la sangre derramada
Cruz en aspa se ha pintado
sobre el blanco inmaculado
de nuestra sagrada enseña,
Bandera Chuquisaqueña
que el déspota ha profanado.



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sábado, 21 de noviembre de 2009









NI UN PASO ATRÁS

Sucre, un 15 de agosto amaneciste
Desolada y triste.
En este día fatídico tu calvario empezó
Tus adversarios, sus mortíferos dardos lanzaron
Sin clemencia la primera estocada te clavaron
Tus hijos despertamos despavoridos
Como aquel león dormido.
Para devorar a traidores y tiranos
Ciudad culta, cuna de patriotas, noble y pacífica
Ciudad blanca, tus inmaculados muros se mancharon de sangre
Tus hijos de pie nunca de rodillas
Juramos defenderte, luchamos y lucharemos
Con dignidad y orgullo
Más de mil quinientos ayunadores
Autoridades y el pueblo entero
Unidos en el dolor y la impotencia
La Cuatricentenaria Universidad de San Francisco Xavier,
liderizó como en Ayo Ayo y Cosmini,
la defensa de nuestros derechos de capitalidad.
Pedimos justicia y equidad
Ni los fallos judiciales se acataron
Los días eran cortos para la lucha
Nuestra única arma la palabra
Y los gritos de la libertad
Sucre ardió en llamas de cólera y patriotismo
Las noches largas, el frio y el hambre
Sin piedad nos agobiaron
La bronca iba en aumento
Y los gases ahogaban nuestro aliento
La metralla asesina del Mariscal de la Calancha
Segó la vida de tres inocentes victimas
Gonzalo, Juan Carlos y José Luis
Y más de cuatrocientos heridos
Hijos mártires, héroes de la Capitalía y la Democracia
Llanto y dolor en los familiares
El pueblo entero lloro, se desespero
Las calles, las plazas, los cerros, la Calancha.
Testigos mudos de sangrienta masacre
Sin piedad acribillaron a un pueblo indefenso.
Los ríos aumentaron su caudal
Con las lagrimas y la sangre de tu pueblo
Te desangraste sin piedad
Te hirieron en un recinto militar
Los muertos, los mutilados, los huérfanos
Las madres y viudas claman justicia y castigo
Tus hijos adoptivos lucharon con valor y esperanza
Los asesinos serán condenados
Canallas indolentes e insensibles, vuestra tumba esta cercana
Beberán la hiel de su propia destrucción
La maldición de tu pueblo caerá sobre ellos
Los advenedizos, los bastardos y los hijos mal paridos
Merecen el escarnio, el desprecio y no tendrán perdón
Quince años duró la lucha de la independencia
Por la Capitalía, no importa lo que dure
La guerra está declarada, chuquisaqueños de pie
Firmes en la batalla, juramos defenderte
¡Oh, Sucre del alma! Tus leales hijos te defenderemos
Hasta el triunfo final. ¡Oh, Bella Capital!
El 24 de noviembre consumaron su pérfida traición
Con sangre, luto y dolor aprobaron su constitución
Y en comparsa a Oruro se fueron
Y con música fúnebre de fondo sus manos levantaron
Y el jolgorio en la lotería continuaron
Sucre, tus puertas esta selladas para traidores y tiranos
Si alguien osara penetrar de rodillas ante tu altar se postrarán
Basta, basta, ¿Hasta cuando Chuquisaca serás menospreciada,
Amenazada, olvidada y bloqueada?
Tus nobles hijos, vigilantes estamos contigo
¡¡Ni un paso atrás!!

Julia Pino Klinger

Noviembre de 2009

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domingo, 27 de septiembre de 2009

POEMA A CHUQUISACA

Chuquisaca es mujer, es madre y es libertad.
Es fecunda y generosa. Es dulce y es fuerte.
Chuquisaca es mujer y Sucre son sus ojos.
En sus entrañas se gestan hijos e hijas valientes
que la defenderán siempre con bravura y amor
Como hace casi 200 años, ahora sus hijos,
quienes se han formado en la calidez de su regazo
y sujetados por sus fuertes brazos,
alzan la voz con coraje, mientras
se encaminan hacia un mañana mejor,
que como luz de esperanza,
indica el destino promisorio a esta tierra libre
y mil veces bendita.
¡FELICIDADES SUCRE Y CHUQUISACA,
CUNA DE LA LIBERTAD AMERICANA!!
(*) autor anónimo
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CARTA ABIERTA POR EL BICENTENARIO
En Chuquisaca, Sucre, Bolivia y el Continente acabamos de vivir un momento histórico excepcional. Lo hemos hecho con la certidumbre de que será una ocasión irrepetible e inolvidable. Lo hemos hecho de pie y generosamente, reafirmando nuestro pasado y nuestras raíces comunes, lo hemos hecho sin sacrificar los caminos recorridos, sin descalificar la múltiple herencia de nuestros antepasados.Este 25 de Mayo de 2009, nuestros pueblos se han abrazado, lo hemos hecho entre indios, mestizos y blancos, entre Oriente y Occidente, entre Norte y Sur, y haciéndolo hemos abrazado, en nuestra carne, el futuro de las próximas generaciones.
No ha sido una empresa fácil, ¿pero qué empresa lo es en este continente deprimido, que sobrevive en medio de una lucha de siglos por definir su razón de ser en este planeta poblado de desigualdades? Ahora más que nunca estamos convencidos de que esta lucha solo se dirimirá en el abierto espacio de la fraternidad, del diálogo y del reconocimiento mutuo. Ahora más que nunca estamos seguros, como afirmara el escritor mexicano Carlos Fuentes, que no hay renovación sin tradición, que conservar la continuidad entre el pasado y el futuro implica humanizar el presente.
Este 25 de Mayo de 2009 hemos descubierto también que la libertad no es un palabra vacía, que se hereda como si fuera un objeto frío e inanimado, sino que es una materia viva, vibrante, que hay que renovarla, reinventarla y ganársela día a día, con sacrificio, esfuerzo y solidaridad.Queridos hermanos, en Chuquisaca y Sucre se ha abierto el telón de las conmemoraciones continentales por la independencia de nuestros pueblos. Felicitémonos por haber estado a la altura de su demanda. Que el futuro nos encuentre unidos bajo el mismo cielo, bajo la misma bandera y con la mirada fija, empecinada, en el mismo horizonte pleno de vida.
Viva Sucre, Viva Chuquisaca, Viva Bolivia, Viva América
Sucre, 29 de mayo de 2009 Comité del Bicentenario
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HOMENAJE AL 25 DE MAYO DE 1809


Gastón Moreira Ostria
Socio de la Sociedad Geográfica e histórica Sucre

La Sociedad Geográfica y de Historia de Sucre, a la que tengo el honor de representar en esta oportunidad, se suma a los festejos de recordación del 197 Aniversario del primer grito de libertad que se da en América en nuestra ciudad el 25 de mayo de 1809. Creemos que es patriótico recordar aquellos acontecimientos que marcaron definitivamente nuestra historia y que debemos tenerlos presentes en todo momento de nuestras vidas.

Es importante analizar cuales fueron las razones fundamentales que prepararon el ambiente necesario para llegar a ese hecho de gran trascendencia americana.. Indudablemente juega un papel principal y definitivo la Universidad Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca donde en sus aulas se gestaron las ideas de emancipación, habiéndose constituido en el pensamiento libertario que llevaron posteriormente a las acciones del 25 de mayo. En sus claustros universitarios se formaron Moreno, Monteagudo, Castelli, Paso y muchas otras decenas de patriotas que abrazaron con entusiasmo ideas libertarias, habiendo estado influenciados por los neoescolásticos hispánicos como Victoria, Mariana, Molina, de la Peña, Valle, Soto, Carranza, Covarrubias, Eliscueta y fundamentalmente por el padre jesuita Francisco Suárez, quién sostuvo una famosa polémica en su época con el Rey de Escocia e Inglaterra Jacobo I, que sostenía que el poder de los reyes era una delegación divina y por lo tanto no debían responder de sus actos ante sus súbditos, sino solamente ante Dios, lo que significaba que su doctrina era la inexistencia del derecho de cuestionar el poder de los monarcas por mas tiránico o inepto que fuese.

A los anteriormente citados hay que agregar los nombres de Zudañes, Michel, Lemoine, Mercado y otros, entre los cuales se cuentan las principales figuras de la sublevación del 25 de mayo de 1809,

El jesuita Francisco Suárez que a comienzos del siglo XVII era profesor en las Universidades de Salamanca y Coimbra enseñó que el poder no pasa de Dios a los gobernantes, si no es por intermedio del pueblo, porque es éste quién siendo depositario del poder entrega a los hombres que han de gobernar al Estado en una suerte de acuerdo que establece que si esos gobernantes no cumplen su función de ser gerentes del bien común y se transforman en tiranos, el pueblo tiene el derecho a levantarse en contra de ellos para deponerlos y de reasumir el poder para darlo a otros gobernantes capaces de cumplir su función acertadamente.

Estas ideas que hoy pueden parecernos ingenuas, pero que en aquellos tiempos de absolutismo significaban un germen peligrosamente insurreccional , fueron las que determinaron que un Rey de la familia de los Borbones, Carlos III, decidiera la expulsión de los jesuitas de tierras americanas.

En los decenios finales del siglo XVIII el pensamiento señalado va penetrando con fuerza irresistible en las aulas de la Universidad de Chuquisaca. Cuenta Moreno que los alumnos que tenían sus juntas secretas a las que concurría un grupo de iniciados que fraternizaban entre si con el vínculo de la mas perfecta unidad de ideas y sentimientos contra España.

Otros estudios históricos, como señalaba don Mario Linares Urioste, actual Director y Custodio de la Casa de la Libertad, que los levantamientos indígenas encabezados por el cacique Tomás Katari, ocurridos entre los años 1790 y 1792, también se constituyen en un preámbulo vital para los sucesos de mayo de 1809, afirmando que el caudillo indígena fue uno de los que inició el levantamiento contra España en los territorios americanos, puesto que ellos desconocían la autoridad del Rey.

En la década siguiente, es decir, los primeros años del nuevo Siglo XIX, el sentimiento libertario fue adquiriendo cada vez mas fuerza aunque no llegó a manifestarse abiertamente, sino que comenzó a formar parte de una conspiración subterránea inspirada en los textos liberales y las corrientes que años antes habían terminado con el absolutismo monárquico francés y también la liberación de Estados Unidos de América del dominio inglés.

Durante ese periodo se produjo en Charcas una toma de conciencia sobre la situación de los territorios y sus habitantes, aunque la autoridad y la lealtad a la Corona se mantenían aparentemente inalterables. Es así que resulta fundamental el papel de la Universidad San Francisco Xavier, lugar donde se formaban los futuros revolucionarios. Como sostiene el historiador Javier Mendoza Pizarro, "cuanto mas se profundiza en la documentación que existe sobre lo sucedido en el Alto Perú en 1809, mas evidente resulta el papel que jugó la Universidad San Francisco Xavier en los hechos que cambiaron la historia".

Es también conocido el hecho de que la Monarquía española sufrió un durísimo golpe a raíz de la invasión de la península Ibérica por parte de los ejércitos de Napoleón Bonaparte en 1808. Esos acontecimientos casuales derivados de la huida de Fernando VII fueron descritos por don Gabriel

René Moreno como la "feliz coyuntura" que incentivó aún mas a los doctores de Charcas en sus planes independentistas.

Los sucesos de mayo de 1809, formaron parte de un propósito común entre los revolucionarios altoperuanos, y es conocido que éste debió haber estallado en forma simultánea en Sucre y La Paz en el mes de marzo de ese mismo año. Distintas circunstancias obligaron a postergarlo, pero fueron los oidores de Charcas, quienes aprovechando desavenencias internas en la Audiencia, los primeros en ejecutarla en las jornadas del 25 de aquel mes de mayo.

El historiador español Estanislao Just Leó, autor de una extensa obra titulada : "Comienzo de la Independencia en el Alto Perú: Los sucesos de Chuquisaca, 1809" reconstruye y resume de una manera diáfana lo ocurrido en aquella histórica fecha: "Amaneció el 24 de mayo lleno de nerviosismo. La gente ya esperaba los sucesos. El Presidente García Pizarro había pasado revista a la tropa y mandado a preparar todo el tren de artillería. Los oidores y vecinos revolucionarios se habían reunido varias veces, se decía también que habían dormido con guardia y gente armada. Llegada la noche se duplicaron las rondas para vigilar la tranquilidad ciudadana. El ambiente estaba al máximo presagiando la tormenta".

La mañana del 25 de mayo fue atareadísima tanto para el Presidente García Pizarro como para el Real Acuerdo. Se esperaba de un momento a otro que algo sucediera.

El Presidente por la mañana, había ordenado al tesorero de las cajas reales llevarse una fuerte cantidad de onzas de oro fuera del palacio presidencial y mandó a reforzar su guardia, además envió a su hijo Agapito a Potosi con un oficio para el Intendente Sanz, pidiendo el despliegue inmediato de refuerzos militares. Los oidores no estaban de brazos cruzados. Se reunieron en el Acuerdo para conocer la vista fiscal con respecto a su petición de apertura de proceso y deposición del Presidente García Pizarro por traición al Rey Fernando VII.

Los últimos instantes de la tarde, antes de que la noche llegase, los describía así el abogado Cascón, uno de los consejeros del Presidente García Pizarro " acercándose ya la noche expresó su Excelencia que el golpe se lo iban a dar y que quería adelantar la separación" Libró las órdenes de arresto contra los principales instigadores de la revolución, entre los que se encontraban los Lemoine, los Zudañez, los Michel, asi como los franceses Miranda y Sivillat.

Solo fue arrestado Jaime Zudañez en su casa, pero esto fue la chispa que hizo detonar la ya preparada revolución y por tanto, el principio de los últimos instantes de García Pizarro en el Palacio Presidencial. La noticia de la detención de Zudañez cundió , atizada por su hermana Mariana y la gente se fue reuniendo frente a las puertas de la presidencia, algunas personas se acercaban por curiosidad y otras para actuar porque ya conocían lo sucedido. Los testimonios hablan de unas 2.000 personas que tomaron la Plaza Mayor presionaron al Presidente hasta lograr su dimisión, además de obligar al arzobispo Moxö a huir de la ciudad por temor a ser castigado por su apego a la autoridad mayor.

“Al atardecer del jueves 25 de mayo de 1809, el pueblo de La Plata (también Chuquisaca, hoy Sucre) capital del distrito de la Audiencia de Charcas, fue presa de una conmoción. A los gritos de "Viva el Rey", "Traición" o "mueran los traidores", una inmensa cantidad de gente se agolpó en la Plaza Mayor, Allí entre los tiros, gritos y sones de campanas, explotó el primer grito libertario, se llevó a cabo la revolución."

"Cuando la asonada pareció decrecer, a las primeras horas de la madrugada del día siguiente, Chuquisaca presentaba otro aspecto. El Presidente García Pizarro había entregado el mando a la Audiencia, el Arzobispo Moxó había huido por miedo a las turbas y un ejército formado por las gentes del pueblo, estaba reclutándose a título de defensa de los derechos del Rey y de la Patria. Así, había terminado el primer acto de la revolución de Charcas."

Dentro de este proceso insureccional, Just Leó también "considera importantes la discordancia que el Presidente García Pizarro mantuvo desde que llegó a la ciudad, en 1797, con los altivos y ensimismados oidores. La lucha de poderes entre el presidente y los miembros de la Audiencia fue una de las características de los últimos años del periodo colonial en Charcas. Estas fricciones tuvieron su punto mas álgido en 1806 cuando inclusive se llegó a pensar en la destitución legal del presidente de 68 años . El motivo lo va a dar una simple enfermedad catarral de García Pizarro, complicado luego con un reumatismo agudo. Dada su avanzada edad va a alcanzar cierto peligro, y le va a dejar una larga convalecencia. Los oidores querrán fundar en ella lo que para la incapacidad del gobernante decían la Leyes de Indias, pero el juego no dará resultado", describe Just Leó.

Los encontrones fueron aumentando en intensidad y se agravaron de tal modo que condujeron a la plena rebeldía de la Audiencia y con ella a la revolución.

Just Leó afirma además en su obra "que para los historiadores no bolivianos, en su mayoría sudamericanos, la revolución de Charcas, fue una mera asonada popular con el solo matiz de una algarada más de las que hubo tantas en la historia hispanoamericana, o un movimiento con cierto cariz independentista, pero tan pequeño en profundidad y extensión, que resultó enteramente intrascendente".

Just Leó refuta esas afirmaciones y concluye que deberíamos llamar a Chuquisaca la cuna real de la independencia hispanoamericana.

Aparte de las interpretaciones políticas posteriores a los hechos, todos los estudios historiográficos coinciden en aceptar la calidad emancipadora del movimiento de Charcas, no solamente por los aspectos coyunturales de la revuelta reflejados en las proclamas de adhesión a la Corona, sino principalmente por el contenido filosófico y liberal que éstas reflejarían a partir de este levantamiento, al que sucedería la revolución del 16 de julio del mismo año en La Paz , el 10 de agosto en Quito - Ecuador, así como la del 25 de mayo de 1810 en Buenos Aires y otros sucesos ocurridos en el Alto Perú en los meses y años subsiguientes



El cronista catalán afirma definitivamente, que la Guerra de la Independencia comenzó indudablemente, al atardecer del 25 de mayo de 1809.

Siempre con la versión de Estanislao Just Leó " el fenómeno histórico de la revolución en sí, no concluyó con lo acontecido aquella noche en la Plaza Mayor, puesto que durante siete meses, hasta la entrada del nuevo presidente Nieto, Charcas estuvo dirigida por la Audiencia gobernadora secundada por un grupo de vecinos españoles y criollos que eran revolucionarios."

Así mismo afirma "que hubieron expresiones de fe patriótica y manifestaciones de fidelidad a la monarquía española, lectura y propaganda expuesta en pasquines, libelos, además de las conversaciones libres de las mas exaltadas ideas políticas sobre el autogobierno y la independencia, intentos de nuevas asonadas, rebeldías ante el legítimo poder constituido, luchas contra los intendentes de la zona que obedecían al poder virreinal, persecuciones a vecinos fieles al régimen de siempre establecido"

El movimiento revolucionario chuquisaqueño no fue espontáneo, fue una obra preparada y resultado de una serie de causas. A un estado social discriminatorio que era fuente de descontento, se sumaron motivos económicos e ideas surgidas en la Universidad Real y Pontificia de San Francisco Xavier al calor de lecturas de las últimas corrientes europeas de pensamiento y los ejemplos de otras naciones que habían hecho bandera de conceptos tan atractivos como la libertad y la independencia. A esto se añadió una profunda crisis monárquica en la metrópoli producida por la invasión napoleónica.

Todo ello hizo caldo de cultivo en el grupo ciudadano conformado por intelectuales y descontentos que llevó adelante la revolución. Los criollos formados en la Universidad San Francisco Xavier sedientos de libertad y cansados de las limitaciones y humillaciones del poder virreinal ya tenían preparado el movimiento revolucionario para el 30 de marzo que coincidía con la festividad de Jueves Santo.

Provocada la insurrección se conseguiría la deposición del Presidente, e incluso, como se dijo después, la matanza de españoles. Llegada esa fecha no sucedió nada. "Había quedado sin efecto porque se intimidó el abogado don Ventura Salinas"

Es bueno también recordar el tenor del primero de los tres oficios que recibió el Presidente Ramón García de León y Pizarro del Tribunal la noche en la que se gestaría en Sucre el Primer Grito Libertario de América:

"Excelentísimo Señor. El escandaloso hecho, que de orden de Vuestra Excelencia se trató de executar a cosa de las siete de esta noche, y que ha comprometido hasta el último extremo la tranquilidad y sosiego de este leal y fidelísimo vecindario, tiene al Pueblo todo en tal consternación que no encuentra el Tribunal otro arvitrio para restituirle su antigua tranquilidad, que el que V.E. en obsequio de ella entregue inmediatamente el mando político y Militar, como el pueblo lo pide, con firme protexta de no aquietarse hasta que se verifique. El Tribunal pues, a nombre del Rey, y como eco fiel de estos generosos avitantes, se lo intima así a V.E., y espera su mas puntual cumplimiento. Dios guarde a V.E. muchos años
Plata 25 de mayo de 1809, a las once dadas de la noche. Señor Excelentísimo. José de la Iglesia. Josef Agustín de Ussoz. José Vázquez Ballesteros. El Conde de San Javier.Excelentísimo Señor Presidente Don Ramón García Pizarro".


El historiador nacional, que fue también en varias oportunidades Ministro de Educación, Mariano Baptista Gumucio, dijo que coincide con la posición de los distintos historiadores, al sostener que cualquiera que hubiera sido el pretexto para iniciar los levantamientos ocurridos el 25 de mayo de 1809, la destitución de las autoridades reales de ésa época se convirtió en el inicio de la Guerra de la Independencia.

Además Mariano Baptista apuntó que luego de la Revolución de Mayo, los insurrectos enviaron a distintos emisarios a diferentes lugares de la Audiencia, lo que implica que el proceso revolucionario en lo que es hoy territorio boliviano formaba parte de un mismo objetivo político, cual era el de poner fin a la dominación española. Entre los emisarios enviados a otras ciudades con el fin de promover el cambio de las autoridades y el reconocimiento de la Audiencia gobernadora, estaban Bernardo Monteagudo que fue a Potosi, Alzérreca y Pulido a Cochabamba y Mariano Michel a La Paz.

Para terminar esta rememoración histórica, que está basada en documentación verídica e incuestionable, debemos rechazar categóricamente la posición del Alcalde paceño Juan del Granado, quién con un desconocimiento total de la historia y actuando demagógicamente quiere engañar al pueblo boliviano y sobre todo al paceño, con la versión de que el primer grito libertario fue en La Paz, para evitar que los principales festejos del Bicentenario de ese acontecimiento patriótico sean en nuestra ciudad de Sucre, como reconocen todos los países de nuestra América.


Sucre 23 de mayo del 2006

domingo, 20 de septiembre de 2009

“LA GUERRA FEDERAL” – MASACRE DE COSMINI Y AYO AYO-



Dr. Antonio Dubravcic Luksic
Socio de la Sociedad Geográfica y de Historia Sucre.
Socio correspondiente de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos
de Santa Cruz

La guerra federal, coincide con el paso entre dos siglos, representó un cambio radical del eje de poder político, social y económico, aunque no determinó un cambio en la estructura de quienes lo detentaban. Coincidió también con uno de los momentos más difíciles de la relación entre la élite urbana y las masas indias.
Varios factores explican la confrontación que en los hechos fue una guerra civil. Por el desgaste de los gobiernos conservadores tras casi 20 años de administración, a ello se sumó la popularidad creciente de los liberales, que estaban cansados de esperar una transmisión pacífica en el mando de la nación y por que habían sufrido más de una vez la manipulación de los resultados electorales en manos de los conservadores. Finalmente la realidad socioeconómica de Bolivia mostraba un desequilibrio de los centros de decisión.
La Paz fue durante todo el siglo XIX la primera ciudad de Bolivia y frecuentemente sede de los gobiernos nacionales (comenzando por el Mariscal Andrés de Santa Cruz). Su dinámica como ciudad se vería muy pronto respaldada por el nacimiento de la economía del estaño que desplazó el eje Potosí - Sucre al eje Oruro - La Paz. La caída de la plata trajo consigo el debilitamiento de la influencia de los viejos caudillos conservadores: Arce, Pacheco y sus colaboradores más allegados.

A este contexto debe sumarse la presión por el establecimiento de un país federal que tuvo algunos antecedentes destacados, como las ideas de Lucas Mendoza de la Tapia en Cochabamba a mediados de siglo, el movimiento de los igualitarios de Ibáñez en Santa Cruz (1874-1876) y las varias propuestas de llevar el gobierno a La Paz realizadas por los paceños en el período conservador.
La realidad sin embargo era otra, el federalismo fue una bandera coyuntural mediante la cual se inflamó el sentimiento regionalista del poderoso departamento de La Paz para justificar la rebelión, aunque no es menos cierto que algunos de sus propugnadores creían genuinamente que el federalismo era la mejor solución para Bolivia.

En la sesión del 13 de noviembre, el parlamentario Abel Iturralde argumentó: “La Paz no acepta otro trato que no sea el que le corresponde por sus condiciones económicas y comerciales, y por el tamaño de su actividad. De nada nos sirve el llamado gobierno central, a cuya acción benéfica estamos dispuestos a renunciar en aras de un cuerpo autónomo con leyes propias que mejor se adapten a nuestros fines”. En la sesión del 15 del mismo mes, la Bancada paceña en pleno presentó el Proyecto de Ley Federal, donde Bolivia cambiaria el nombra a “Unión Federal Boliviana”.
El Senador por Chuquisaca Cnel. José Manuel Pando, protagonista central de esta historia, dijo: “Aunque sea cruel, las grandes paginas de la humanidad han sido escrita por las puntas de las bayonetas”. Era el líder del partido Liberal y miembro de la Junta Federal Paceña. Sabedor de la simpatía por la causa federal en la Nación, con astucia diseñó la consigna federalista.

El ejército boliviano decidió destituir a todos los jefes y oficiales paceños. Lo mismo se hizo en la administración pública. Se Habló de un escarmiento “a los separatistas paceños”.
El estallido formal de problema se dio el 18 de noviembre de 1898 cuando el congreso reunido en Sucre después de un áspero debate proclamó la ley de radicatoria que exigía al Presidente su presencia permanente en la capital de la República, precisamente como respuesta a la exigencia paceña. La brigada de La Paz que había pedido sin éxito la reunión de un congreso en un punto “neutral”, Cochabamba, para discutir el tema sin presiones, decidió abandonar la ciudad de Sucre en señal de protesta. Fue el rompimiento de lanzas entre el norte y el sur.
En el Ínterin, el 6 de noviembre de 1898 un gran mitin reunido en la plaza de armas paceña, exigió el federalismo y el 14 se creó un comité federal presidido por el jefe de los liberales José Manuel Pando, quien irónicamente como senador por Chuquisaca votó a favor de la aprobación de la ley de radicatoria.

El 12 de diciembre se formó en La Paz una junta federal de gobierno, integrada por José Manuel Pando, Serapio Reyes Ortiz y Macario Pinilla que había renunciado al ministerio de Instrucción del gobierno de Alonso. La declaratoria de guerra estaba hecha
Alonso, a pesar de su postura contraria a la ley que promulgó a regañadientes y de su posición conciliatoria, no tuvo más remedio que ponerse a la cabeza de ejército del sur y marchar a Oruro, donde llegó el 15 de diciembre de 1898.

El escenario de la guerra civil se enmarcó básicamente en los departamentos de La Paz y Oruro y algunas provincias de Potosí y Cochabamba. Aquí hay que detenerse en la decisión de Pando de aliarse con los indios aimaras de la región. El pacto entre Pando y Pablo Zárate Willka, marcó un hecho sin precedentes en la historia republicana. La alianza estuvo probablemente sazonada por compromisos reivindicatorios para los indios que habían sido sistemáticamente despojados, como consecuencia de la legislación de 1880, pero estaba claro que respondía a un interés específico y militar por parte de Pando.

Entre enero y abril de 1899 se desataron acciones con la presencia de masivos contingentes indígenas, fueron decisivos para el triunfo de los federales. En las provincias Inquisivi, Aroma, Carangas, Chayanta, Tapacarí y Ayopaya, hicieron un cerco con bloqueos y ataques que diezmaron el ejército de Alonso.
El ejército constitucional mejor equipado que el federal, desaprovechó a principios de enero de 1899 la oportunidad de atacar La Paz antes de la llegada de un contingente de armas y pertrechos negociados en Lima por Claudio Pinilla, quien tras renunciar a su cargo de embajador se transformó en gestor de los federales y adquirió 1.500 rifles Mannlincher, 500 carabinas Winchester, medio millón de proyectiles y 1.200 uniformes.

Primer crucero - masacre de Ayo Ayo
El 24 de enero de 1899 en Cosmini, Pando gran estratega militar, derrotó a Alonso en la llamada batalla del primer crucero (en Chacoma donde cruzan los caminos a Luribay y a Ayo ayo), 250 efectivos de los batallones Abaroa y Vanguardia avistaron un convoy constitucional con pertrechos del batallón 25 de Mayo y el Escuadrón Sucre, que se dirigían al encuentro de las tropas leales, fueron interceptados por “las tropas de Pando y una numerosa indiada”. El intercambio de disparos concluyó con la violenta explosión de un carro cargado de munición que precipitó la fuga y derrota de los alonsistas.
Los heridos en el combate de Cosmini se quedaron en Ayo Ayo. Al atardecer, más de un centenar de comunaríos rodearon el pueblo, tomaron la plaza principal y el hostigamiento a los heridos que se encontraron refugiados en el templo.

El pueblo de Ayo Ayo parecía tranquilo, de pronto comenzó el alarido de los pututus de los federalistas de Willca, destruyeron y saquearon todo lo que encontraban a su paso. Incluso rompieron la puerta del templo, masacrando a sus ocupantes. El cura Fernández de Córdoba salió al atrio con un crucifijo pidiendo en nombre de Dios la paz. Los indios llevaron al cura hasta la plaza y allí le amputaron una pierna, le cortaron el pecho, le arrancaron el corazón y se lo comieron.
Los curas José Rodríguez y José Gomes sacados también de la iglesia fueron picados a machetazos. ¡Tres curas muertos!

Cuando todo terminó el templo parecía un matadero y el pueblo un cementerio.
Melitón Sanjinez, herido en una pierna, recibió, en pleno rostro, la punta de una picota. Murió instantáneamente. Félix Morales, en cambio, fue mutilado, le quitaron sus pies y sus manos. Luego lo remataron degollándolo. Víctor Betancour, Ismael Roncal, Eladio Fiengo y Eulogio Selvas, fueron colgados boca a bajo en las vigas del Templo de Ayo Ayo. Con cortes de cuchillo, fueron vaciados sus intestinos. Quedaron como animales faenados.

Al respecto el historiador Alfredo Jáuregui Rosquellas, relata el episodio de esta cruenta guerra fratricida de la siguiente manera: “Con rumbo al sur, en carretera desatentada y confusión inmensa, cual correspondía a la inmensa significación del desastre, atravesaban la llanura los vencidos, los heridos, los salvados que al encontrar asilo, que creyeron seguro, en la casa de Dios, en el pueblo de Ayo-Ayo iban a hallar el ara del martirio siendo sacrificados en forma infernalmente bárbara, diabólicamente horrorosa, crispantes por su saña y refinamiento de crueldad. Y allí a la luz crepitante del incendio y al rumor tumultuoso de la muchedumbre alcoholizada y excitada por el vaso de la primera sangre vertida, fueron descuartizados, desmembrados, quemados clavados a los muros, degollados como bestias de sacrificio 27 jóvenes del escuadrón simbólico, que pagaron con la flor de su vida en el error de un ideal extraviado en el tortuoso camino del mas engaño”.

La masacre de mohoza
Pero el hecho más estremecedor de la guerra federal se produjo en Mohoza y no tuvo que ver con el enfrentamiento entre federales y constitucionales. El escuadrón Pando de los federales llegó al pueblo de Mohoza bajo el mando de Arturo Eguino. Los abusos y excesos de los oficiales contra los pobladores dieron pie a la intervención de una hueste indígena comandada por el caudillo Lorenzo Ramírez. Tras rodear a los militares a la salida de Mohoza, Ramírez logró de manera increíble desarmar a la tropa. Los soldados fueron invitados a comer y a beber con los indígenas. Se les pidió dejar sus armas como señal de paz y confraternización. Los soldados accedieron ingenuamente. Ya en la noche en el templo de la localidad, al igual que en Ayo Ayo. En la madrugada del 1ro de marzo los 130 efectivos del escuadrón Pando fueron vejados, torturados y asesinados salvajemente en uno de los episodios más horrorosos de toda nuestra historia.

Segundo crucero
El 10 de abril de 1899 en las inmediaciones de Paria (Oruro) se produjo la batalla decisiva llamada del segundo crucero (por haberse desarrollado en el llamado crucero de Copacabana donde se juntaban y hacían cruz los caminos hacia Lequepalca y hacia Caracollo). Con la presencia de las fuerzas indígenas de Zarate Willka, el ejército de Pando (1.820 efectivos y un cañón denominado "Walaycho") enfrentó al ejército de Alonso comandado militarmente por el Gral. Julián María López (1.966 efectivos con seis cañones y cuatro ametralladoras).
Los indios protegieron a los federales y provocaron el primer ataque de un escuadrón de a caballo que abrió fuego. En más de cuatro horas de enfrentamiento sin cuartel, en el que se destacaron con virulentos ataques el batallón Murillo de Pando y en la defensa desesperada el batallón Alonso de los constitucionales, los federales derrotaron definitivamente a las fuerzas del sur. Casi 4000 combatientes protagonizaron la batalla que dejó un saldo de cerca a 1.000 víctimas entre muertos y heridos.

La batalla duro ochenta minutos. El Ejercito Federal se vio en serias dificultadas al comienzo; en especial con los cañones y ametralladoras que manejaban los mercenarios comandados por el chileno Anabalón. En un grave error el Escuadrón Alonso avanzo imprudentemente y se mezclo en lucha cuerpo a cuerpo con el enemigo, anulando la acción de las ametralladoras que habían parado de disparar para no matar a sus propios colegas. La muerte del mercenario argentino, Coronel Campos, fue determínante también en desorden de la artillería de Fernández. Los Federales comenzaron a tomar control de la contienda, ayudados por la defección de los escuadrones Sucre y el Aroma. Pando luchaba con éxito en primera línea. Finalmente El ejército Federal había ganado la batalla y la guerra.

Los sobrevivientes del Ejercito Constitucional huyeron a Oruro, con la idea de rehacerse y resistir. A las 8 de la noche entraron en Oruro, Alonso entro al palacio e hizo tocar llamada, pero más de 1.500 bajas entre muertos y heridos era demasiado. Aconsejado por su gente huyo a Chile en ferrocarril; en compañía de su esposa, no sin antes dejar orden a su banquero para entregar 15.000 bolivianos para atender a los heridos. Firmo también el último decreto, traspasando el Mando a Rafael Peña.

Como se puede apreciar fácilmente, en el trasfondo de esta guerra estuvo el movimiento indígena que se independizó muy pronto del control de los federales para actuar por cuenta propia. Zarate Willka, bautizado “el temible” por la prensa, buscó un gran levantamiento del altiplano y valles que reivindicara a los indios y organizara una nueva sociedad. Si bien los objetivos no están claramente explicados, el reclamo secular agudizado por los abusos de las dos últimas décadas a partir de las leyes de ex vinculación, llevaron las cosas al punto de la explosión. Si Pando usó a Willka y sus huestes, éste aprovechó la alianza para desplegar un poder que en condiciones normales no habría podido organizar nunca. Las acciones indígenas contra tropas federales pusieron en alerta a la junta y se inicio la represión.

Los hechos de Ayo Ayo, Mohoza, la insurrección de Peñas, la amenaza de un cerco sobre Oruro en febrero y marzo de 1899 y las acciones de sublevación en más de una veintena de localidades en tres departamentos del país
Para la guerra federal en 1898, Pando hizo esta promesa formal al Cacique Pablo Zárate Willka, jefe de los indios aymaras:

"... Willka -le dijo- te doy el grado de Coronel; levanta al indio; destruye al blanco del Sud, (al blanco alonsista). Cuando derrotemos al Ejército Constitucional, yo seré Presidente y tu serás el Segundo Presidente de Bolivia. Y devolveremos la tierra al indio; la tierra que le ha arrebatado el Gral. Melgarejo".
En consecuencia el líder comunero al ingresar a la guerra exigio:
Liberación de los colonos.
Participación de los quechuas y de los aymaras en el gobierno.
Devolución de las tierras comunales.

Pablo Zárate “Willka”, recibió la propuesta de José Manuel Pando mediante la esposa de este, Carmen Guarachi oriunda de Sica Sica. Esta intermediaria hizo la ofrenda de coca a la Pachamama y convenció a los indios de las provincias Omasuyos, Pacajes, Sica Sica e Iquisivi para iniciar el hostigamiento a los Conservadores.
El temible Willka entonces, organizó y dirigió al Ejército Aymara, que fue un conjunto de pequeñas unidades con poderosas masas humanas Quechua y aymaras.
El Temible Willka había demostrado valor, don de mando y dureza en acciones verdaderamente exitosas comandando a miles y miles de indios. El 22 de Abril de 1899, Zarate y su estado mayor fueron hechos prisioneros en Sicasica, con lo que se desbarató la cabeza del movimiento que fue reprimido y disuelto sin contemplaciones. Así se cerró uno de los momentos más dramáticos del enfrentamiento entre la elite de poder y la mayoría aimara y quechua del país.

El 12 de abril Pando entró triunfal a Oruro acompañado de Pablo Zarate, en medio de una impresionante multitud en la que se mezcló su ejército con los hombres del caudillo indio.Al día siguiente el Cnel. Pando envíó un telegrama a la Junta Federal informando los pormenores de la batalla y su sangrienta victoria. Hemos tenido muchas bajas, las bajas del enemigo son mayores y el triunfo completo y definitivo. Sírvanse manifestar al pueblo de La Paz que se han cumplido los compromisos contraídos el 16 de diciembre de 1898. Para los sucrenses la perdida de la capital era peor que perder el pacifico.

El 14 de abril, la Junta de Gobierno decreto: Articulo Primero.- La ciudad de La Paz es la Capital de la República. Artículo Segundo.- El próximo 6 de agosto se reunirán en esta ciudad las altas corporaciones judicial y administrativa, con el mismo personal que actualmente funciona. Firmado por Serapio Reyes Ortiz y Macario Pinilla.Pando no pensaba igual. Respondió en un telegrama: “Expedir decreto de cambio de la Capital de la República, seria declarar otra guerra civil. (…) Declinó el honor de ser parte de la Junta de Gobierno. Soy jefe del Partido Liberal que me impuso deberes”.

Esta respuesta hizo crisis en el mando paceño y disolvió la Junta Federal. En ese momento La Guerra Federal, se trasformo en la Revolución Liberal. O la Guerra federalista trucha.

La crisis entre paceñistas y Pando se resolvió con el acuerdo de convocar a una Convención en Oruro para: reconstituir los poderes públicos, tratar tema Federal y la localización de la capital.El 20 de octubre de 1899 se reunió La Convención Nacional. Luego de casi 2 horas de deliberaciones, Pando fue elegido Presidente. Debatió entre otros dos importantes tema: 1) El asunto de la capital, el mismo que después del debate fue archivado, por no existir consenso. 2) El federalismo, este tema fue de amplio y acalorados debates. No pudiendo ponerse de acuerdo y estando parejas las fuerzas, se decide por la votación, la cual dio un empate (El 100% de la representación cruceña voto por el federalismo).Tocaba Pando como Presidente dirimir el la paridad. Pando vota en contra. El federalismo también es archivado... “para una nueva legislatura”.¡Este fue el grandioso final de la guerra Federal trucha!

HOMENAJE A LOS CAIDOS EN COSMINI Y AYO AYO
El monumento levantado en el Cementerio General de Sucre en homenaje a los 27 héroes de la batalla de Cosmini – Ayo – Ayo es una obra magnífica que invita a la reflexión, cómo valientes chuquisaqueños entregaron sus vidas por la reivindicación de los derechos de la tierra que los vio nacer.
Se desconoce el nombre del autor de esta obra, lo que si se sabe es que fue traída de Europa. Erigida posiblemente entre los años 1907 – 1908 por gestión del Comité Patriótico Chuquisaqueño en memoria de los caídos en Ayo – Ayo el 24 de enero de 1899 que lucharon por evitar el traslado de los Poderes Ejecutivo y Legislativo de Sucre a La Paz.

BIBLIOGRAFIA
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Velásquez A Julio César. “Acerca de la capitalidad de la República de Bolivia”.
Rodríguez F Alberto. Documentos para la Historia de la Guerra Civil 1898-1899. H. Alcaldia Municipal de Sucre 1999
Ponce S Carlos; Montaño D. Ana María. “La Revolución Federal de 1898-1899”.
Loayza Joaquín: “Agua del Inisterio” Número Cuatro. Publicación de Fundación Cultural de Mutual La Plata
Roca José Luis: “Fernández Alonso Severo” Diccionario Histórico de Bolivia Edit. Túpac Katari Sucre 2002
Condarco Morales Ramiro “La Guerra Federal” Cimientos de Chuquisaca Soboce La Paz 2001
Loayza Joaquín;”Los derechos de la Capital de Bolivia como asiento de los órganos del poder publico de Bolivia” http://sucrecapitalidadplena.blogspot.com
Sánchez S, Gonzalo “Breve historia de la Guerra Civil (1898-1899) http://sucrecapitalidadplena.blogspot.com/
Limpias F. Javier ¿Guerra Federal? http://www.portalchuquisaca.8m.com/

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jueves, 16 de julio de 2009

La Revolución en Charcas y la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca

Importancia de la intelectualidad platense en la realización de la revolución americana.
Por Joaquín Loayza Valda
quinchoskanki@hotmail.com

Como todas las revoluciones, la revolución en Charcas precisó de la concurrencia de dos factores imprescindibles para su realización: primero, aquellos relacionados con las condiciones materiales para la existencia del hombre y la sociedad y, segundo, los que se refieren al desarrollo de la conciencia del hombre sobre sí mismo, acerca de la sociedad y con la naturaleza. Los primeros tienen que ver con el estado de desarrollo o atraso de las relaciones sociales de producción y las fuerzas productivas, es decir: la riqueza de las naciones, los procesos productivos, el intercambio comercial interno y externo, la capacidad de consumo de la sociedad, la división social del trabajo, la satisfacción de las necesidades vitales de la población, etcétera, etcétera. Los segundos, en cambio, están relacionados con el estado de desarrollo o atraso del concepto que el hombre posee acerca de sí, de su misión respecto a la naturaleza, de su ubicación en la sociedad, de la justicia, de la igualdad, la paz, la democracia, el bien común, etcétera, etcétera, pero, ante todo, respecto de la libertad civil como fundamento de su existencia como individuo dentro de la sociedad organizada como entidad política, es decir, como Estado.

Estos factores, empero, no suelen ordinariamente concurrir a un mismo tiempo en la concreción de un acto revolucionario, corresponde a los factores materiales anticiparse a los factores subjetivos o de conciencia. Esto explica por qué, a pesar que una sociedad se encuentre sometida a las condiciones de atraso más evidentes de unas determinadas relaciones sociales de producción, incluso bajo formas de gobierno tiránicas o excepcionales, la posibilidad de un cambio revolucionario sea incierta o imposible sin la concurrencia real de una vanguardia social y de una dirección política que, bajo la orientación de un programa ideológico y político y sobre bases concretas de organización política y, en su caso, también militar, conduzca a la sociedad hacia formas de organización económica y política superiores capaces de alcanzar, así sea temporalmente, el bien común.

Uno de los temas trascendentales de toda revolución, como la acaecida en Charcas en 1809, tiene que ver entonces con la formación de una vanguardia política capaz, entre otras cosas, de elaborar una concepción ideológica de la realidad económica y social imperante, de trasuntarla en un programa de realizaciones políticas y de concretarla a través de un modo preciso de organización revolucionaria. Estas tareas, que en la actualidad se realizan a través de los partidos políticos y, subsidiariamente, por medio de los órganos de presión social, como los sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil; fueron realizadas en los años de la administración del Estado monárquico, en las postrimerías del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, por las logias secretas, las sociedades patrióticas y las entidades académicas, como la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca en el caso de la revolución en Charcas.
Por todo lo afirmado, para comprender con precisión la influencia que ejerció la Universidad de San Francisco Xavier en la realización de la revolución en Charcas y su contribución a la revolución americana, por una parte, y a la revolución burguesa universal, por otra, corresponde analizar el hecho insurreccional de Mayo de 1809 desde tres puntos de apreciación: primero, respecto a la importancia histórica, económica, política y social de la revolución americana; segundo, considerando la realidad de las relaciones sociales de producción vigentes en Charcas y, tercero, a partir de la comprensión de la formación de la conciencia política que posibilitó la insurrección popular, la guerra de liberación y la creación del Estado nacional.

Importancia histórica, económica, política y social de la revolución americana.
Es fundamental destacar que la revolución en Charcas sólo puede explicarse en el contexto histórico, económico, político y social de la revolución que posibilitó la independencia de los Estados americanos que formaron parte de la administración colonial de la monarquía española, tanto porque fue en la ciudad de La Plata, hoy Sucre, capital de la Audiencia de Charcas, donde se inició el proceso revolucionario americano el 25 de Mayo de 1809, cuanto porque comparte de manera expresa sus objetivos y realizaciones y porque a su culminación se concretó el acto final de la revolución americana: la constitución del Estado nacional boliviano como república independiente y democrática el 6 de agosto de 1825.

Acerca de la revolución americana debe subrayarse su doble naturaleza conceptual: universal y particular a un mismo tiempo, sobre la base de una resolución dialéctica que le permitió integrar a la sociedad iberoamericana al destino histórico del capital, en su proceso de desarrollo comercial, industrial y financiero; y, asimismo, alcanzar estas realizaciones universales con soberanía e identidad nacional y cultural. Por esto, la revolución americana no pudo ser sino parte fundamental de la revolución burguesa universal, la consecuencia y el sustento de la libertad civil y la concreción plena del Estado nacional, democrático y republicano. Corresponde aquí hacer hincapié en la circunstancia que el propósito dominante de organización política de la sociedad americana, salvando algunas excepciones, como las experiencias monárquico-constitucionales en Haití, México y Brasil; se orientaron necesariamente hacia la organización de la sociedad en Estados republicanos, unitarios o federados, pero, siempre democráticos. Por otra parte, en la realización de la revolución americana, como una consecuencia del espíritu esencial de la revolución burguesa, prevaleció el principio de la libertad civil materializada en el ejercicio de la ciudadanía y, por tanto, en la sublimación del individuo como Estado, con todos sus derechos y sus obligaciones y con sus reivindicaciones encaminadas hacia el bien común sustentado en el desarrollo tecnológico, el comercio mundial y la integración cultural, es decir, en la construcción del Estado como realización ética del individuo.

Lo expresado precedentemente nos permite inferir que el sujeto histórico de la revolución americana no fue otro que la burguesía establecida como una vanguardia social capaz de constituir una dirección política del proceso revolucionario y, por lo mismo, de sentar su hegemonía en la nueva sociedad dividida también en clases. Esto nos conduce a concluir que la influencia de la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca no se precisó únicamente sobre los acontecimientos históricos de la noche del 25 de Mayo de 1809, sino, la impronta histórica de la academia platense, como la de otras instituciones académicas de la América Hispana, se reveló en un episodio de carácter continental, constitutivo de una revolución de dimensiones universales, que posibilitó que toda la sociedad iberoamericana hiciera suyo el programa ideológico, político y organizativo pergeñado por intelectuales, comerciantes, propietarios e industriales burgueses y se movilizara en idéntico sentido histórico que la revolución norteamericana y la revolución francesa.

Sin embargo, como ya se tiene afirmado, la revolución americana debe comprenderse también en su dimensión particular, es decir, como la realización específica de los objetivos, las concreciones y las proyecciones de la revolución universal burguesa en América.
Acerca de este asunto debe anotarse que la revolución americana se inició, desarrolló y culminó como un movimiento de liberación nacional orientado a subvertir el orden social y económico sostenido por la administración colonial de la monarquía española. Su propósito no fue otro que establecer las condiciones políticas, económicas y jurídicas que posibilitaran el pleno ejercicio de las libertades civiles y los derechos y obligaciones de ciudadanía para la burguesía criolla y mestiza. A este respecto, es importante señalar que el establecimiento de la burguesía en América se remonta al momento inicial de la conquista, cuando la monarquía española transplantó desde Europa el modo de acumulación originaria de capital y generó gradualmente las condiciones jurídicas y políticas para el desarrollo pleno del capital. El comienzo de aquel transplante lo constituyen las capitulaciones de descubrimiento, conquista y poblamiento suscritas entre la corona española y emprendimientos particulares que se obligaban a realizar cualquiera de los actos antes expresados a cambio de una concesión traducida en ventajas económicas y políticas. La consecuencia de la realización de estos actos jurídicos fue la instauración del régimen de encomiendas que, como se conoce, fue limitado primero y extinguido después por las leyes nuevas. El descubrimiento de importantes recursos naturales en diversos puntos geográficos del continente y la consiguiente organización de la producción, circulación, cambio y consumo de los bienes producidos propició el surgimiento de una burguesía relacionada con el comercio interno y externo, la industria, principalmente la minera; el préstamo de dinero, generalmente proveniente del cobro de la contribución indigenal; y la agricultura. Esta burguesía, en el lapso comprendido entre la conquista y la insurgencia revolucionaria de 1809, se desarrollo gradualmente en tres sentidos: primero, alcanzó un incuestionable poder económico; segundo, evolucionó desde su condición de emigrante hacia el criollaje y el mestizaje, es decir, fue cada vez más americana y menos española; y, finalmente, alcanzó importantes niveles de influencia política: en los cabildos eclesiástico y secular, en las academias universitarias, en los foros profesionales, en la judicatura, en la milicia, etcétera, hasta el límite en el que la administración colonial constreñía su pleno ejercicio de la libertad civil, entonces, incapacitada legalmente para su acceso a las funciones de alta responsabilidad política no tuvo otra alternativa que insurreccionarse como vanguardia de un movimiento que incluía a vastos sectores de la clase media y el campesinado indígena.

Desde luego que el rol de la universidad en la formación de esta burguesía fue de primer orden, no sólo porque en sus aulas se educaron los intelectuales que desarrollaron, promovieron y defendieron su programa ideológico y político, sino, por su contribución a la creación de una conciencia de identidad nacional y cultural en la sociedad americana. En efecto, correspondió a las academias universitarias contribuir a la transformación de la conciencia primigenia de la sociedad americana, aquella conciencia sincrética establecida entre el conocimiento indígena, sus paradigmas filosóficos, científicos y culturales con el conocimiento y los valores culturales que trasladaron los conquistadores españoles a estas tierras, arrancándolos de la conciencia, también sincrética, de sus tradiciones católicas, musulmanas y judías. Este proceso, como se conoce, sólo fue posible a través del conocimiento, estudio, apropiación y difusión de la escolástica aristotélica, renovada y adecuada por la Iglesia Católica a sus propósitos ecuménicos, que llegó a América a través de sus universidades expresando las doctrinas del tomismo suarístico y finalmente, en las postrimerías del periodo colonial de nuestra historia, a través de la ilustración. El resultado de este proceso no fue otro que la transformación del modo comunal y comunitario de percibir la realidad social y económica hacia la sublimación del individuo, a través de la libertad civil, como Estado nacional, republicano y democrático.

Las relaciones sociales de producción vigentes en Charcas.
Toda revolución, para ser verdadera, no tiene otra alternativa que concebirse, desarrollarse y concretarse en la realidad económica y social y, para que esto sea posible, debe plantearse como objetivo supremo a alcanzar: la transformación de las relaciones sociales de producción y el desarrollo de las fuerzas productivas sobre la base del logro del bien común. Todo acto insurreccional que transite en sentido contrario o no posea la capacidad de lograr aquellos objetivos no puede reputarse una revolución verdadera.
Cuando se produjo la revolución en Charcas el orden económico y social que la administración colonial española estableció en el territorio de Charcas se encontraba culminando un grave proceso de deterioro y declinación. Para comprender esta afirmación es importante conocer, así sea a través de una somera revisión, el modo cómo se estableció y desarrolló este sistema económico y social.

El punto de partida no fue otro que la transferencia formal y expresa de la soberanía que el inca ejercía sobre todas las relaciones sociales de producción a favor de la monarquía española, enseguida, sobre la base de la asimilación de algunas instituciones indígenas y otras provenientes del derecho castellano, se definió el régimen de posesión y propiedad de la tierra, el dominio sobre los recursos naturales, el sistema de recaudación de tributos, tasas y otras imposiciones, las regulaciones laborales, la jurisdicción y competencia de los tribunales y las normas destinadas a la administración central y local y, finalmente, se sentaron las bases para la producción industrial de los minerales de plata, especialmente en Potosí. La explotación de la plata potosina fue un sustento económico imprescindible para el sostenimiento de la administración colonial española, no sólo por toda la riqueza que transfirió a la monarquía española y al continente europeo todo, entre los siglos XVI y XVIII, sino, porque sobre sus excedentes productivos se estableció un mercado interno, de dimensiones continentales, que posibilitó la existencia de diversas regiones especializadas en los bienes que la industria de la plata precisaba para su desarrollo. En efecto, en cuanto los colonizadores españoles tuvieron bajo su dominio los yacimientos mineros organizaron un complejo sistema de explotación, producción, circulación, cambio y consumo con dos destinos: primero, el mercado europeo, para cuya concreción el mineral era transportado desde los yacimientos mineros a través de los puertos del Pacífico hacia España y desde allí hacia otros mercados de Europa, principalmente Alemania, Holanda e Inglaterra; y, segundo, el mercado interno de un vasto sistema regional que integraba al territorio de la Audiencia de Charcas el sur del Perú, el norte chileno y el norte de la Argentina.
Las consecuencias de este proceso productivo y comercial pueden resumirse en las siguientes: primera, su concurrencia al mercado mundial posibilitó, entre otros aspectos y aunque no fue su única causa, la realización de la Revolución Industrial; segunda, la estructuración del mercado interno propició la especialización regional del trabajo relacionado con el comercio, la industria, la artesanía, la agricultura, la ganadería, etcétera, etcétera; tercera, estableció las condiciones para la innovación tecnológica, especialmente con relación a la minería y, cuarta, promovió la división social del trabajo, conforme a las condiciones de evolución del mercantilismo hacia el capital y de acuerdo al desarrollo desigual de las fuerzas productivas, con la presencia de una burguesía, principalmente minera, comercial y agrícola; una clase media constituida por pequeños propietarios agrícolas, industriales, empleados de la administración colonial, artesanos e intelectuales, aunque una inmensa cantidad de estos provenían de las familias más importantes y acaudaladas de la Audiencia.

La base de esta estructura social estaba conformada por el campesinado indígena, cuyas relaciones económicas, sociales y políticas se regían por una normatividad especial del derecho indiano que, entre otros aspectos, regulaba su trabajo obligatorio en la mita minera, en los obrajes, en la propiedad agrícola o en las tierras de comunidad y los obligaba al pago de una contribución establecida en razón de su procedencia étnica. Los campesinos indígenas no fueron trabajadores libres, sin embargo, es importante señalar que ya en el siglo XVIII aparecieron en los centros de producción minera, especialmente en Potosí, los mitayos de faltriquera, quienes por diversas razones, principalmente de orden económico, radicaban permanentemente en las minas, supliendo las plazas faltantes de mitayos o cubriendo una demanda efectiva de fuerza laboral, trabajando, en condiciones de trabajadores libres, a cambio de un salario.
Para finalizar, debe señalarse que a la cabeza de esta pirámide social se encontraban los máximos representantes de la administración colonial de la Audiencia de Charcas, todos, salvando excepciones, de origen peninsular y algunos de ellos integrantes de la nobleza española.
Toda esta estructura de producción minera, capaz de contribuir de manera decisiva a la realización de la Revolución Industrial y de propiciar un vasto mercado interno de producción, circulación, cambio y consumo de bienes no pudo ser posible sin la existencia de una mercancía que, siendo gratuita o escasamente retribuida, posea además la capacidad de reproducirse una y otra vez en una infinidad de realizaciones de intercambio generando riqueza. Esta mercancía no fue otra que el trabajo indígena. La apropiación del trabajo indígena para la generación de capitales para el desarrollo minero, el comercio y el sostenimiento del sistema de administración colonial se verificó, entre otros medios, a través de la mita minera y la contribución indigenal.
La mita fue un sistema de trabajo obligatorio, que los españoles asimilaron de los incas, que consistía en la prestación de mano de obra minera, aunque se aplicaba también a otras obras públicas, a cambio de un salario semanal de dos reales. Para su ejecución, algunas parcialidades indígenas, generalmente del altiplano, estaban obligadas a enviar a las minas de plata, especialmente a Potosí, una cantidad de indígenas en edad de trabajar, entre los dieciocho y cincuenta años, para realizar el referido servicio por el lapso de un año, ejecutando las faenas mineras durante una de cada tres semanas. Esta forma de trabajo, que fue objeto de controversias acerca de su vigencia, reforma o abolición fue curiosamente abolida tres veces: por las Cortes españolas reunidas en Cádiz en noviembre de 1812, por el general Manuel Belgrano en 1813 y por el general Simón Bolívar en 1825.

La contribución indigenal, asimilada también de las imposiciones que los naturales debían a sus autoridades, los incas entre ellos, fue establecida por la administración colonial a través de la Ley I; Título V; Libro VI de la Recopilación de las leyes de los reinos de las indias y constreñía a los indígenas al pago, generalmente en especie, de una cantidad de su producción, dos veces al año, como expresión de su obediencia y vasallaje al rey español. Debe aclararse que esta no era la única contribución que los indígenas cancelaban al erario colonial, estaban obligados también a la cancelación del diezmo a la iglesia, conforme lo prescribía la Ley IX; Título XVI; Libro I de la citada recopilación. Asimismo, debe aclararse también que esta política tributaria, durante la segunda mitad del siglo XVIII, fue reglamentada por la Real ordenanza para el establecimiento e instrucción de intendentes del ejército y provincia en el Virreinato de Buenos Aires, sin ninguna modificación esencial y continuó haciéndose efectiva durante la república, con muy escasas modificaciones, hasta el siglo XX inclusive. La recaudación de la contribución indigenal se realizaba por el Estado a través de los alcaldes ordinarios en las ciudades y los subdelegados para los pueblos de indios, quienes delegaban a su vez esta función a los gobernadores y a los alcaldes de los naturales. Del total recaudado un noventa y seis por ciento se destinaba a subvenir los gastos de la administración colonial y el restante cuatro por ciento se reconocía a los cobradores de la contribución indigenal. Corresponde destacar aquí lo siguiente: primero, que por la concurrencia de los cobradores al mercado de bienes de consumo el tributo en especie se transformaba en dinero y, segundo, que el quantum asignado a los cobradores generalmente era invertido en el comercio, en la venta de dinero a cambio de intereses y a la adquisición de propiedades agrarias para su renta, lo que implicaba la transformación de los valores de uso en valores de cambio, o sea, la apropiación del trabajo indígena generaba, por la actividad de los cobradores de la contribución en el mercado, las condiciones que hacen posible la existencia del capital.

Sin embargo, como toda obra humana, al concluir el siglo XVIII y comenzar el siglo XIX este sistema de producción sustentado en la producción de la plata, en la apropiación del trabajo indígena, capaz de contribuir al desarrollo de la economía mundial, que posibilitó la construcción de un gigantesco mercado interno fundado en el establecimiento de un sistema regional de producción agrícola, industrial y comercial devino, por efecto de las innovaciones tecnológicas propiciadas por la Revolución Industrial, el descubrimiento de nuevos yacimientos de plata en otros lugares del planeta, el descenso del precio de la plata, el incremento de los costos de la producción minera sustentada en la mita, etcétera; en un estado de crisis y agotamiento que pronto degeneró en el desorden social, en las rebeliones indígenas, las sublevaciones mestizas y, finalmente, cuando la crisis alcanzó los límites de la realización política la sociedad no encontró otro camino que la revolución, una revolución que aspiraba la ejecución de las reivindicaciones y objetivos de una de las elaboraciones más importantes del sistema de producción colonial: la burguesía criolla y mestiza.

La formación de la conciencia política en Charcas.
Toda revolución es un proceso que puede extenderse por un tiempo más o menos prolongado dependiendo de la oportunidad razonada para la coincidencia entre las condiciones emergentes de los hechos de la realidad económica y social y los actos políticos de una vanguardia social constituida en dirección revolucionaria. De esta afirmación se infiere que el punto de inflexión de toda revolución se encuentra en la organización de aquella dirección revolucionaria y, lo que es más complicado, la formación de una conciencia política capaz de comprender aquella realidad para su transformación. La revolución burguesa, debido a las limitaciones que la monarquía imponía al ejercicio de la libertad civil y, de suyo, a la formación de una opinión pública democrática, realizó estas dos tareas recurriendo a los modos clandestinos de organización y a su influencia en los centros universitarios de formación académica. La revolución en Charcas se desarrolló en este mismo sentido y, desde luego, la entidad académica convocada a contribuir en la realización de estas tareas fue la Universidad de San Francisco Xavier de Chuquisaca.

La Universidad de Chuquisaca fue organizada por la Compañía de Jesús, el 27 de marzo de 1624, para formar a la juventud charqueña sobre la base de los principios de la filosofía aristotélica y los fundamentos católicos que configuran la doctrina de Santo Tomás, que establece a la razón como fundamento del pensamiento para alcanzar la revelación y la gracia divina y donde la libertad consiste en la capacidad de decidir sobre la base del conocimiento. Como se sabe, a esta concepción del individuo, de la sociedad y la naturaleza los jesuitas le agregaron un componente ideológico, emergente de la situación histórica que entonces conmovía al mundo occidental, marcada por la reforma protestante y la contrarreforma católica, que define al tomismo jesuítico como una respuesta al protestantismo luterano y, al mismo tiempo, como una propuesta de solución de las inquietudes religiosas, culturales y políticas de la época. De ahí la audacia de las doctrinas de los padres Juan de Mariana, Luis de Molina y Francisco Suárez, que exigían la necesidad que los reyes se sometieran a las leyes y afirmaban que el regicidio era legítimo cuando merecía la aprobación del pueblo y los hombres eminentes de la sociedad. En el ámbito científico de este sistema de pensamiento, que si bien no expresaba abiertas pretensiones revolucionarias, pero, tampoco resignaba el ejercicio de la libertad civil a los estrechos límites en los que la constreñía el orden monárquico, se educó la intelectualidad de Charcas por el lapso de ciento cuarenta y tres años, hasta 1767, cuando Carlos III expulsó a los padres de la Compañía de Jesús.

Al finalizar el siglo XVIII, cuando se hizo patente el agotamiento y declinación del sistema económico y social desarrollado por la administración colonial y cuando sus instituciones comenzaban a expresar muestras de descomposición, las ideas de la ilustración burguesa se abrieron paso en el ambiente intelectual y en los círculos sociales más próximos a éste.
El antecedente del que se tiene evidencia escrita como la primera presencia de la ilustración en Charcas está relacionado con el pensamiento y la obra de Victoriano de Villava, quien desde España llegó a la ciudad de La Plata, el año 1790, para ocupar las funciones de Fiscal de la Real Audiencia y al que correspondió difundir las inquietudes intelectuales de los espíritus ilustrados de la metrópoli. Villava, que fue un crítico decidido de la mita minera en Potosí y se lo recuerda como un defensor de los derechos de los indígenas, dejó sobre este asunto un escrito titulado: Discurso sobre la mita de Potosí. Sostuvo una polémica al respecto con el gobernador intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz, el que a través de una publicación con el título: Contestación, defendió a los mineros y a la mita indicando que esta era un servicio de utilidad pública y que el indio estaba obligado a servirla por el bien del Estado y por su propio bien. El año 1797, siguiendo el rumbo de los ilustrados españoles Villava escribió un segundo libro: Apuntes para la reforma de España, que circuló manuscrito, donde proponía la elección popular de los órganos encargados de promulgar leyes, crear impuestos y vigilar su inversión, donde señalaba que debían derogarse las atribuciones virreinales y se encargara la administración de las colonias a las audiencias, las que debían estar constituidas por criollos y españoles.

Además de los escritos de Villava, de suyo, fundamentales por haberse redactado en el territorio de Charcas y para referirse a temas de inmediata relación con los problemas charqueños, la juventud universitaria también conoció los postulados de la ilustración a través de sus exponentes españoles y franceses. De los primeros fueron conocidos Jerónimo de Uztáriz, Bernardo Ward, Pedro Rodríguez, conde de Campomanes, y Gaspar Melchor de Jovellanos. De los segundos se sabe que fueron divulgados los trabajos de Rousseau, Raynal y Filangieri. Por los ilustrados españoles la intelectualidad de Charcas se informó de preocupaciones tales como el estado de decadencia de la monarquía española y la necesidad de su restauración, acerca del temor fundado en la pérdida de las colonias en América por causa de la revolución y respecto a la importancia de la libertad civil y la democracia para restablecer la grandeza de España y América como una sola entidad política, económica y cultural. Los franceses, en cambio, les transmitieron el fuego filosófico de la revolución, la necesidad de componer un sistema económico y jurídico conforme a sus tradiciones culturales y nacionales y, sobre todo, les enseñaron que la revolución no debía detenerse en las playas de la monarquía parlamentaria, sino, navegar en las aguas del Estado nacional, democrático y republicano.

Bajo la premisa de estas ideas se formaron en la Universidad de San Francisco Xavier los hombres de la revolución en Charcas y otras regiones de Sudamérica: Mariano Moreno y Juan José Castelli, militantes de primera línea en la revolución argentina; Bernardo Monteagudo, ideólogo y combatiente revolucionario en Charcas, Argentina, Chile y Perú; Manuel Rodríguez de Quiroga, protagonista de la independencia del Ecuador; Mariano Alejo Álvarez, precursor de la revolución peruana y Jaime de Zudáñez, líder incuestionable en Charcas, redactor de las constituciones de Chile, Argentina y Uruguay y primer Presidente de la Corte Suprema de Justicia de este último país.

Para precisar el grado de influencia filosófica que los universitarios de Charcas recibieron de la ilustración y el modo cómo ellos transmitieron sus preceptos a la sociedad para posibilitar la revolución, corresponde analizar someramente el pensamiento escrito legado por dos de ellos.
Monteagudo es el autor de uno de los escritos doctrinales más importantes realizados en Chuquisaca: Diálogo entre Atahuallpa y Fernando VII en los Campos Elíseos, que apareció y circuló manuscrito en los años inmediatamente precedentes a la revolución de mayo de 1809, en una época de severo agotamiento de todo el sistema colonial, agravado por las dos invasiones inglesas a Buenos Aires, por la invasión francesa a España y todos los sucesos que se desencadenaron a consecuencia de aquella, creando un ambiente de inquietud y sobresaltos en toda la sociedad americana. En el Diálogo, Monteagudo aborda el tema del derecho que el pueblo español poseía para derrocar al gobierno impuesto por Napoleón Bonaparte faltando al principio del pacto social e invocaba el derecho que ostentaban los pueblos de América para derrocar al gobierno español que, por el modo como administraba sus intereses en suelo americano, faltaba también al mismo principio. El argumento del Diálogo se desarrolla en los Campos Elíseos, entre el Rey depuesto por Bonaparte, muerto según se cría esos días, y el último inca, Atahuallpa, asesinado por los conquistadores españoles tres siglos antes. Fernando VII se encontraba consternado por el modo y por la forma como los ejércitos napoleónicos habían destruido la institucionalidad monárquica española. Atahuallpa, conmovido, le explica que él también había sufrido igual pena y su imperio había corrido semejante suerte en los años de la conquista. El Rey trata de justificar la acción de la conquista indicando que no podía compararse con la invasión francesa al territorio de España. El Inca entonces refuta con todos los argumentos del monarca español, para señalar, a través de la pluma de un Monteagudo profundamente influido por los planteamientos filosóficos de Juan Jacobo Rousseau que: “El espíritu de la libertad ha nacido con el hombre. Este, libre, por naturaleza, ha sido señor de si mismo desde que vio la luz del mundo. Sus fuerzas y derechos en cuanto a ella han sido siempre imprescriptibles, nunca terminables ni perecederos. Si obligado a vivir en sociedad ha hecho el terrible sacrificio de renunciar al derecho de disponer de sus acciones y sujetarse a los preceptos y estatutos de un monarca, no ha perdido el de reclamar su primitivo estado o de mirar en su dependencia el móvil de su desgracia”. El Diálogo no fue la única obra escrita por Bernardo Monteagudo, se sabe que en el curso de su activa vida política escribió mucho más. Sin embargo, este documento es lo más relevante de todo cuanto pudo haber elaborado, en virtud a que en él convocaba abiertamente al pueblo a la insurrección, en un momento cuando las masas aún dormían el sueño de la incomprensión de sus propios objetivos históricos.

Después de la revolución de mayo de 1809 Zudáñez fue conducido preso a la fortaleza del Callao, en el Perú, de donde pudo salir, en 1811, para establecerse en Santiago de Chile, ciudad en la que escribió su Catecismo político cristiano, participó en la redacción del Reglamento provisorio de Chile y escribió un Manifiesto del gobierno de Chile a las naciones de América. Su Catecismo político cristiano, sin desmerecer toda su producción intelectual es, sin duda, la mejor expresión de la influencia filosófica de la ilustración recibida por Zudáñez en la Universidad de Charcas. En el Catecismo señalaba que la Junta Suprema de España, organizada a consecuencia de la invasión francesa, no tenía ninguna jurisdicción en América, por tanto, correspondía a las naciones americanas el derecho a organizar sus propias juntas, del modo como había procedido Buenos Aires. Inspirado en el Contrato social de Rousseau escribía: “El pueblo, que ha conferido a los reyes el poder de mandar, puede, como todo poder, revocar sus poderes y nombrar otros guardianes que mejor correspondan a la felicidad común”. Por lo señalado, quedaba claro que la única fuente soberana de poder era el pueblo. Finalmente, con el estilo que mejor expresaba a los revolucionarios de Chuquisaca, convocaba a los chilenos a formar su gobierno en nombre del rey Fernando VII, para concluir: “Dejad lo demás al tiempo”.

Sin embargo, como el desarrollo de la revolución no podía verificarse únicamente en la conciencia política de la que pretendía ser su dirección y ni siquiera en la exclusividad de su vanguardia social, sino, debía ser asumida por el conjunto de la población, pronto se comprendió la necesidad de la existencia de un programa de realizaciones políticas, el que, como en todas las revoluciones triunfantes, fue elaborado como un homenaje a la sencillez y a la eficiencia. Se reivindicó, en primer lugar, la vigencia plena de la libertad civil, que equivalía a la independencia respecto de la monarquía de España, y, en segundo lugar, la construcción del Estado nacional, que correspondía a erigir una sociedad democrática donde ejercer los derechos y deberes ciudadanos, o sea: la Patria. Acerca de estos principios hacen plena prueba dos trascendentales documentos: La proclama de la ciudad de La Plata a los valerosos habitantes de la ciudad de La Paz, escrito el mismo año de la revolución, 1809, y el Acta de la independencia de Bolivia, suscrita el año 1825.
Los acontecimientos revolucionarios.

La evidencia histórica del estado de agotamiento del sistema económico y social establecido por la administración colonial de la monarquía española se hizo patente, económica, social y políticamente, con la realización de dos acontecimientos que no pueden ignorarse porque actúan como antecedentes de la revolución en Charcas: las sublevaciones indígenas de 1780-1782 y la insurrección mestiza de La Plata en julio de 1785. Sin embargo, a pesar de su importancia, estos acontecimientos no alcanzaron a desarrollar una influencia revolucionaria nacional ni universal debido, entre otras razones, a que por sus contenidos políticos y económicos estos movimientos no lograron la capacidad de convocar ni reunir a toda las clases sociales interesadas en la constitución de una nación independiente en los términos y condiciones históricas de la revolución burguesa. Los dos movimientos insurreccionales fueron dramáticamente reprimidos y sofocados, a “ruegos y cañonazos”, para dar paso a un estado de pacificación impuesto como prolegómeno al epílogo de la administración colonial española en América.

Más de un cuarto de siglo se prolongó el estado de pacificación establecido después de las sublevaciones indígenas y la revuelta mestiza. No fue, sin embargo, un simple retorno al ejercicio del orden establecido, sino, un periodo de asimilación y gestación de nuevas ideas, de definición de un programa republicano de liberación nacional y de establecimiento de un esquema orgánico con capacidad de dirección política y social. Los doctores y los universitarios de la ciudad de La Plata, que habían alcanzado una conciencia de la naturaleza, la sociedad y el Estado según los conceptos y axiomas del tomismo jesuítico, que razonaban según las normas de la dialéctica aristotélica y que conocían el principio que otorgaba a los pueblos el derecho al regicidio cuando el príncipe faltaba a su deber de gobernar en beneficio del pueblo, se constituyeron en el elemento intelectual capaz de recibir, aprehender y difundir los fundamentos filosóficos y políticos de la ilustración, de los reformadores españoles del siglo XVIII, de los pensadores ilustrados de la enciclopedia francesa y de todo el idealismo contenido en la realización de las revoluciones burguesas en Norteamericana y Francia.

Existe un universal convencimiento acerca de la existencia de una vanguardia consciente, un núcleo reducido de personas que habían alcanzado la suficiente capacidad ideológica, política y orgánica para constituirse en dirección del proceso revolucionario. Sin embargo, la conciencia colectiva de los habitantes de la ciudad de La Plata, especialmente de las clases dominadas, no era lo suficientemente madura como para comprenderlas y asumir, a partir de ellas, decisiones de dimensiones históricas. Como todas las revoluciones, la revolución de Chuquisaca precisó de un acontecimiento marginal, pero, lo suficientemente comprensible para predisponer la movilización de las masas. Este acontecimiento fue la invasión francesa a España que, entre otros efectos, produjo la abdicación de Fernando VII, el cautiverio de la familia real en Bayona, la guerra de resistencia popular contra el ejército napoleónico y la organización de la junta de Sevilla, cuyo propósito no era otro que llenar el vacío de conducción política que se había producido en España. Sin embargo, si algún asunto tuvo la capacidad de movilizar al pueblo llano hacia la revolución fueron las pretensiones de la corte lusitana de suplantar la autoridad de los Borbones españoles en los territorios de los Virreinatos del Río de La Plata y del Perú, con la complicidad de algunas autoridades coloniales, entre ellas, Ramón García Pizarro, presidente de la Real Audiencia de Charcas.

Para la vanguardia consciente radicada en la ciudad de La Plata la abdicación de Fernando VII, incluso su posible fallecimiento, suponía la disolución del pacto social que se había establecido entre la monarquía española y los habitantes de sus colonias en América y, en tal entendimiento, el derecho que les asistía de dotarse del gobierno que soberanamente les convenía. Para el pueblo llano este mismo asunto, las pretensiones lusitanas y la complicidad de algunas de las autoridades coloniales implicaba proceder a la defensa de la majestad del Rey de España. Las dos posiciones coincidían en el punto que para renovar el pacto social o defender el trono de Fernando VII era imprescindible derrocar a la autoridad colonial que gobernaba en Charcas.
Los hechos concretos de la revolución se suscitaron primero entre los oidores de la Audiencia y el presidente del supremo tribunal, Ramón García Pizarro. Los primeros, de consuno con los doctores, universitarios y otros criollos que creían conculcados sus derechos por la administración colonial, emprendieron la organización de una conjura abiertamente subversiva que debía concretarse con la solicitud de renuncia del mando político y militar del Presidente para que el tribunal se hiciera cargo de aquellas responsabilidades hasta que el supremo gobierno dispusiera lo que legalmente correspondiera. García Pizarro, informado de los propósitos acordados por los oidores asumió dos decisiones: primera, solicitó refuerzos militares al gobernador intendente de Potosí, Francisco de Paula Sanz, y, segunda, dispuso la aprehensión de todos los oidores y los abogados Manuel y Jaime de Zudáñez. La orden de detención impartida por el Presidente, empero, lejos de conjurar los peligros que acechaban la seguridad de su persona y la integridad del régimen colonial se constituyó en la causa propiciatoria del primer grito de independencia de América, la noche del jueves 25 de mayo de 1809.

En efecto, la detención del doctor Jaime de Zudáñez, la única persona contra la cual pudo concretarse la orden presidencial, inició el estado de conmoción social, el pueblo ganó las calles al conocer que había sido reducido a prisión y se reunió una muchedumbre en la puerta de la residencia del tribunal exigiendo a gritos, rechiflas y pedradas su liberación. A solicitud del arzobispo de La Plata, Benito María Moxó y Francoli, quien había sido obligado por la masa a interceder a favor del detenido, y por la creciente agitación popular que amenazaba descontrolarse Zudáñez fue liberado. El Presidente posibilitó su liberación en el convencimiento que ella aplacaría la ira popular, vano intento, los agitadores revolucionarios y el pueblo movilizado con el rumor que el presidente y sus aliados favorecía el proyecto de entregar los Virreinatos del Perú y del Río de La Plata a la corte lusitana arreciaron la insurrección convocando, a través del toque a rebato de las campanas de la Catedral y del templo de San Francisco, a defender los derechos del rey Fernando VII. Alcanzado este grado de insurrección popular los oidores, reunidos en la casa del decano José de la Iglesia, demandaron al presidente García Pizarro la entrega de los cañones y los fusiles de la Audiencia con el objeto de evitar un posible derramamiento de sangre, con el expreso señalamiento que serían custodiados en el Ayuntamiento. El Presidente aceptó, pero, cuando se entregaban nueve cañones sin sus cureñas la turba pretendió ingresar al palacio para sacar los fusiles, hecho que obligó a los guardias a repelerlos con disparos de fusil causando la muerte de tres personas. Este suceso incrementó la furia del pueblo insurreccionado y, aplicando un plan de acción acertadamente concebido, corrió la multitud a liberar a los presos que se encontraban recluidos en la cárcel del Ayuntamiento y a procurarse pólvora y munición para los cañones. Debido a la defensa que desde los balcones del palacio de la Audiencia realizaban los guardias, la artillería fue instalada en una de las esquinas de la plaza conocida como la Rumi Cruz, desde donde los disparos, consideradas la distancia, ángulo de dirección y penumbra de la noche; no causaban daño considerable a la solidez del edificio. En este preciso momento del desarrollo de los acontecimientos los oidores solicitaron la renuncia del presidente Ramón García Pizarro quien, considerando el origen real de su autoridad, se negó a concederla. Los oidores intentaron nuevamente pero recibieron idéntica respuesta. Presentada la solicitud por tercera vez, a las tres de la madrugada del 26 de mayo de 1809, en la certidumbre que se encontraba solo en su palacio, con la mayor parte de su guardia desertada y cuando la multitud había derribado con dos disparos de cañón la puerta secundaria del palacio, el Presidente renunció a su potestad política y militar en manos del tribunal. El 27 de mayo Pizarro fue reducido a prisión en el edificio de la Universidad de San Francisco Xavier.

La Audiencia Gobernadora estuvo en funciones durante siete meses. En ese lapso confirió el mando militar al comandante Pedro Antonio Álvarez de Arenales, organizó un cuerpo de milicias para velar la seguridad interna y externa de la ciudad de La Plata, envió emisarios a las ciudades del Virreinato informando acerca del propósito de los sucesos políticos y el modo cómo se habían producido y, desde luego, cumplió con las responsabilidades jurisdiccionales y administrativas que le correspondían. Como todas las revoluciones, la de Chuquisaca vivió aquel periodo con la incertidumbre de desarrollarse o perecer, en ese cabildeo que implicaba la confrontación tácita entre los espíritus conciliadores y los que pretendían una acción más radical y, aunque el movimiento logró evidenciar su vigor revolucionario a través de los sucesos del 16 de julio en La Paz, esta primera etapa concluyó el 22 de diciembre de 1809 con la llegada del brigadier Vicente Nieto para ejercer, por nombramiento del Virrey de Buenos Aires, las funciones de Presidente de la Audiencia de La Plata. La nueva autoridad restableció plenamente la administración colonial en la ciudad de La Plata y, a través de una política que combinaba la prudencia con el ejercicio pleno de su autoridad, encarceló a los principales dirigentes de la insurrección y hacia febrero de 1810 salieron exiliados al Perú los oidores Ussoz y Mozi y Vásquez Vallesteros, el fiscal López Andreu, el comandante Pedro Antonio Álvarez de Arenales y el doctor Jaime de Zudáñez, entre otros.

La insurrección de la ciudad de La Plata, hoy Sucre, acaecida el 25 de mayo de 1809, es el inicio de la revolución americana y de la guerra de liberación nacional que se extendió por quince años en todo el continente. La presencia inconfundible de la burguesía americana, con su ideología, con su programa de acción política y de organización revolucionaria; de manera tan consistente en un acontecimiento ampliamente registrado a través de fuentes primarias y secundarias que se conservan en archivos y bibliotecas de América y Europa confirma ese extremo. Sin embargo, no debe olvidarse que el privilegio que posee la ciudad de Sucre de conservar en la memoria de la humanidad el derecho de denominarse “Cuna de la Libertad Americana” lo comparte, con la más alta hidalguía, con su universidad, la Universidad Mayor, Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca.

Sucre, 4 de marzo de 2009.

domingo, 28 de junio de 2009

FRANCISCO RIOS "EL QUITACAPAS"

Don Gunnar Mendoza Loza emblemático historiógrafo e investigador, realizó un memorable prólogo para la edición de los documentos de la causa seguida contra Francisco Ríos “El Quitacapas”, líder del pueblo humilde en la primera noche de la Gesta Libertaria del 25 de Mayo, por su alto valor informativo y anecdótico.

El Quitacapas, nacido en Rio de Janeiro entre 1772/1775, mulato, mujeriego, guitarrista, tahúr y ladrón, en 1809 tras robar una mula en Potosí, llegó a la Plata acompañado de la “jucucha”.
El 25 de mayo de 1809 hallábase jugando y bebiendo chicha donde las “coheteras”, con los diez pesos que obtuvo por la mula, cuando las campanas de la ciudad tocaron a rebato, salió de la chichería a ver qué pasaba y rápidamente encabezó a la plebe que apedreaba la casa pretorial del presidente de la Audiencia exigiendo la libertad de Jaime de Zudáñez.

Esa noche dirigió al populacho y también en otras acciones. A un oficial le arrebató su sable y se apoderó de una capa de grana mientras su dueño apedreaba la casa de Pizarro. Como “jefe de la plebe” y “principal caudillo” excarceló a todos los presos.

La ubicación del protagonista relativamente a los bandos en pugna en el conflicto, no se hace clara. La revolución del Alto Perú se escudó con cálculo táctico ya bien estudiado bajo la consigna paradójica de “Viva Fernando VII” para lo oficial, como en otras colonias hispanoamericanas, y Ríos es una pequeña pieza más dentro del juego equívoco del momento. Por ínfima que sea la talla individual y social del protagonista; por mediterráneo que sea el sitio del escenario, por poco expresivo que sea el estilo curialesco del expediente la figura del Quitacapas trasciende de estas áridas páginas con rasgos que perfilan netamente una individualidad propia

Recibió del Arzobispo Moxo la suma de 4.000 pesos para repartir entre el populacho, el 3 de junio presentó al Arzobispo una petición de seis puntos a favor del bajo clero, a los que Moxo se avino en su totalidad; el 9 de junio dejó la ciudad con salvoconducto otorgado por el Regente de la Iglesia estuvo brevemente en La Paz muy cerca del 16 de julio, en que se volvió a Oruro. El 12 de febrero de 1810 se le instruyó causa criminal y fue trasladado a La Plata, cuando debía de ser trasladado a Lima, en la noche del 10 de noviembre, la noticia del desenlace de la batalla de Suipacha dio lugar a un alboroto, en que obtuvo su soltura. Preso nuevamente en Potosí, ofreció sus servicios a Castelli, pero a comienzos de 1811 volvió a ser detenido en La Plata, tras su ultima declaración, no pudieron hallarse testigos que le acusaran El Fiscal M.M. Urcullu recomendó devolverle la libertad a condición de que dejará La Plata, su huella se pierde Vida y carácter típicos de una época de aflojamiento de los resortes sociales tradicionales
Biografía
Querejazu C. Jorge “Primera gesta libertarían de 1809
Barnadas J. Diccionario histórico de Bolivia T.22; 751 Sucre Bolivia
Alcaldía Municipal de Sucre Próceres de la Independencia
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