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sábado, 22 de marzo de 2008

LA DESTRUCCION DE LOS MANUSCRITOS ARCHIVADOS EN SUCRE


La destrucción de los manuscritos archivados en Sucre
incluyendo, posiblemente, el Acta de la Fundación de La Plata (1), por los soldados de don Manuel Isidoro Belzu, al mando de los cuales estaba el coronel Gonzalo Lanza


(Recopilado de la obra de don Alcides Arguedas, “La plebe en acción”).

Página Nº. 4l: Fue para la ciudad, blanca y luminosa, algo peor y más odioso que la irrupción de hordas salvajes, hambrientas y estúpidas, pues eran falanges fanatizadas por el amor a un caudillo, sedientos de odio y venganza contra los legisladores que se habían atrevido a condenar la actitud de su ídolo…
El odio a los estudiosos letrados, instintivo en gentes ignorantes, ásperas y soliviantadas por la demagogia de los traficantes y logreros, suele tener manifestaciones de grosera crueldad o de la baja rufianería. Los soldados de Belzu comandados por un militar engreído de su valor y apostura, torpe, limitado de espíritu y fanfarrón como casi todos los militares de esa época, recorrieron la larga ruta de Cochabamba a Sucre, siguiendo la honda quiebra del valle y empujando a su vanguardia, o, como dice el cronista Muñoz Cabrera, “llevando por delante todos los facciosos que se oponían a su paso”, es decir, a los defensores del orden legal, incorporados por fuerza a sus filas.

Llegaron a Chuquisaca en la tarde del 12 de noviembre (1848), gris y lluviosa, y cuando en la ciudad no había gente apercibida para la defensa, pues las escasas tropas constitucionales habían sido dirigidas a Potosí.
Alojar a las huestes belcistas en los cuarteles dejados por esas tropas, era lo natural y lo indicado en las circunstancias; pero había el deseo de realizar proezas que exteriorizasen con pruebas inequívocas el menosprecio de los libertadores a los poderes que habían decretado la resistencia armada contra el caudillo aclamado por los pueblos. Quien se señalara con caracteres odiosos por su intransigencia en esa campaña que había sido el Congreso, y se creyó indispensable y oportuno inferirle un agravio eficaz, y hacer ver a los habitantes de la culta Charcas que la fuerza movida por la ambición, tenía acaso más poder que la palabra de los tribunos o la pluma de los cronistas y panfletarios…

El jefe de la gavilla, Gonzalo Lanza, “hizo abrir a balazos las puertas y entraron los soldados y las bestias…”
El palacio de los legisladores en esa época era a la vez salón y biblioteca. Allí se habían agrupado los archivos del Cabildo de la ciudad, los del Convictorio de San Juan Bautista, ricos en crónicas, y los de la Real Carolina Academia forense, donde latía el pensamiento de trescientos años en las aulas que engendraron la revolución (del 25 de Mayo de 1809). Habían también las actas de las discusiones legislativas, desde el año 25 (1825), el texto original de los tratados concluidos por la nueva nación y todos los documentos del Crédito público y de la Deuda Española, esto es, había en las salas del Congreso toda clase de piezas únicas para reconstruir el pasado y evocar la viviente fisonomía de esas épocas imprecisas en que comenzaba a nacer el instinto de sociabilidad en las gentes aborígenes. Allí reposaba, virgen y hierática, la Historia, esperando la mano cuidadosa y piadosa de alguien que con intenso amor al pasado, modesto en el esfuerzo y fuerte en la intención fuese a sorprender su misterio y su mutismo, para fijar eternamente los rasgos propios de esos primeros tiempos gastados en la titánica lucha contra las fuerzas naturales, contra los instintos mismos de la propia personalidad, llenos de vicisitudes, algo bárbaros y grandes por la simplicidad heroica de losa conquistadores, por su fortaleza y su valor nunca superables, por su barbarie humana y su sed infinita de gloria y riquezas…

Llegaron las tropas del caudillo después de ocho días de marcha incesante por el fondo de las montañas quemadas por el sol y batidas por la creciente tumultuosa de los ríos, padeciendo hambre, sin dormir casi. Llegaron extenuadas, rotosas, malolientes. Su ropa, en algunos, caía deshecha en hilachas. Otros, llevaban esos rudos y pesados ponchos de lana de oveja tejidos por la madre o la mujer junto al lar. Calzaban sandalias al pie siempre desnudo y un calzón corto les apretaba la pierna de bronce. Olían todos a coca y a sudor. Apestaban…

Todos esos hombres, comenzando por los jefes, no tenían nociones sobre nada y los más apenas sabían leer o no conocían las letras del alfabeto. De su jefe superior, es decir, del caudillo por el que se les lanzaba a combatir, tampoco sabían gran cosa, y sólo algunos cuantos le habían visto de lejos, atrayente por su juventud, su belleza varonil y su uniforme de oro; pero todos sabían que era pródigo, buen camarada, cariñoso hasta con los más humildes, generoso con esplendidez… Junto a eso, y como contraste, sabían también que unos doctores y señores de alta categoría, envidiosos por la fortuna de su jefe, se habían revelado contra él, le habían insultado y herido poniéndolo, como a un vulgar asaltador de caminos, fuera de la ley, y declarándole traidor y mal ciudadano. Y ellos iban para vengarlo mostrándose animosos, fuertes, decididos y animados de ese odio instintivo e intenso de las turbas primitivas hacia las superioridades intelectuales y contra el cual todavía no hay defensa posible…

Se dirigieron, pues, directamente al edificio, y lo abrieron a balazos.
Hombres y bestias… No… bestias y hombres penetraron. Las bestias se quedaron en el patio. Recibiendo la lluvia, y los hombres invadieron las salas…

“Algún individuo – contó años después el jefe, Gonzalo Lanza, abrumado por el oprobio – algún individuo del batallón, exaltado sin duda con el recuerdo de la opiniones de exterminio del ejército, emitidas en la última legislatura, había abierto una oficina y extraído de ella varios ejemplares del Redactor Oficial de las Cámaras. Pero – añade – nunca se había atrevido a atentar a los libros autógrafos ni a los documentos originales depositados en los archivos…”
Falso. Autógrafos e impresos arrojados al patio, en montón. Y allí pasaron dos días y dos noches, bajo la lluvia, los cascos de las bestias, recibiendo su orín y sirviendo para prender el fuego del vivac encendido en el patio. Y ese crimen contra la cultura fue obra del secreto instinto de los bárbaros para borrar las huellas del pasado, atentos únicamente a los afanes del día…
El hombre letrado y erudito que asesoraba al caudillo, Muñoz Cabrera, y que debiera en su conciencia de estudioso, abominar del atentado estúpido, cuando reunía los elementos para escribir su memoria Guerra de los Quince Años, mintió también a sabiendas empujado por la vil pasión sectaria y el menguado interés de servir al amo, atribuyendo a “los defensores de la legitimidad del gobierno Velasco” la salvajada.

Y fue total, absurda, cínicamente bárbara. Un documento oficial del archivo Frías, redactado sin calor de indignación y hasta con descuido por el Dr. Manuel Buitrago en 1860 y dirigido a la Cancillería, revela la magnitud del desastre y contiene, sin pensarlo, una lección para el autor Gonzalo Lanza, cuyo nombre lo trueca el despreocupado e indolente Buitrago, sin malicia ni intención, tanta era a poco la insignificancia del militarote destructor:
“Tengo el agrado de adjuntar a esta comunicación los tratados que se ajustaron, en Arequipa, entre nuestro gobierno y el de la República del Perú, así como los celebrados con S.M. Católica la Reina de España, con más las respectivas leyes de su aprobación y la sanción del Poder Ejecutivo. Estos documentos pertenecientes al Archivo del Congreso, habían sido salvados por el ciudadano Anastasio Paravicini de la invasión que en el año 48 (1848) se hizo en el Palacio Legislativo por la fuerza del finado coronel Laguna…

(1) En el Boletín de la Sociedad Geográfica Sucre, Nº. 45 del 15 de Junio de 1902, en la página
Nº. 148 se encuentra transcrita la “Ordenanza” sobre el Estandarte de la ciudad de La Plata, en la página subsiguiente se encuentra una frase que dice: “… El Exmº. Señor Don Francº. de Tholedo mayordomo de su Majestad, su Vissorey, é Governador, é Capitan General en estos Reynos é Provincias de el Perú &. Haviendo visto los Libros, fundacion, é ordenanzas de esta Ciudad con el Cavidillo de ella para ir proveyendo en todo lo que tocava al buen Gobierno…”

Con esta “Ordenanza” se demuestra que había en los archivos de la ciudad de La Plata el documento de Fundación de la ciudad, hasta que llegaron las huestes del Coronel Gonzalo Lanza.
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Trabajo recopilado por Sergio Villa Urioste

domingo, 9 de marzo de 2008

BREVE HISTORIA DE LA GUERRA CIVIL 1898-1899




Texto Gonzalo Sánchez-Sea
La cruenta Guerra Federal o Guerra Civil de 1898 no fue nada más que un engaño y un fraude urdido por altos dirigentes del partido liberal que, por el simple hecho de lograr el gobierno para sí, no tuvieron escrúpulos en mentir, tanto a conservadores y sureños, como a liberales y norteños y a los propios militantes liberales.
Los encarnizados encuentros armados y las extensas reyertas parlamentarias no se libraron por consolidar la capital en Sucre o trasladarla a La Paz, y mucho menos por la federalización de Bolivia, sino simplemente por la ambición de poder, según refieren muchos connotados historiadores.

ANTECEDENTES
La derrota en la Batalla del Alto de la Alianza, que fue el fin de la Guerra del Pacífico, dividió a la población boliviana entre “los guerristas”, que eran partidarios de recobrar, por lo menos, un buen espacio en el litoral perdido y tener un paso autónomo al mar, y “los pacifistas”, que deseaban el fin de la guerra y un acuerdo pacífico con Chile.
Ello originó el nacimiento de dos partidos políticos antagónicos: los guerristas con el Partido Liberal y los pacifistas con el Partido Conservador.

Los conservadores, a la cabeza de Aniceto Arce y Mariano Baptista, entre otros personajes, tenían a Sucre como su asiento y habían ganado las últimas elecciones del siglo XIX: Gregorio Pacheco (1884-1888), Aniceto Arce (1888-1892), Mariano Baptista (1892- 1896) y Severo Fernández Alonso (1896 adelante).
Los liberales, encabezados por Narciso Campero y Eliodoro Camacho, comandante y jefe de Estado Mayor respectivamente, de las fuerzas Perú-Bolivia derrotadas en el Alto de La Alianza en 1880, tenían a La Paz como su plaza fuerte tras el triunfo obtenido en las elecciones municipales de ese distrito.

Desde allí, fustigaban a una “insoportable oligarquía que se había entronizado en el gobierno boliviano”, enumerando irregularidades, abusos, conculcación de los derechos, especulación, corrupción política y desquiciamiento del cuerpo social.
Las discrepancias regionales hicieron crisis ante la falta de condiciones culturales, económicas, políticas o ideológicas necesarias para una cohesión nacional.
A este antagonismo político, se sumó la rivalidad regional y social y la susceptibilidad de que Sucre sólo tenía 20.907 habitantes, frente a los 52.697 de La Paz. La Paz—según enarbolaron en ese tiempo— era una ciudad de mayor crecimiento comercial, pero menos aristocrática que Sucre, era una región de mayor rendimiento económico y favorecía en mayor proporcionalidad a las arcas de tesoro público, que eran destinadas en su mayoría a la construcción de Palacio de Gobierno, edificios públicos en Sucre y puentes en los ríos Pilcomayo y Cachimayu.
La tesis para asentar la sede de gobierno en La Paz fue la necesidad de “atender las relaciones internacionales y la administración interna”.

Hasta el fin de la Guerra del Pacífico, en el año 1880, la sede del Poder Ejecutivo funcionaba donde el presidente de turno se encontraba. Inclusive se llegó a decir que “la Presidencia de Bolivia tenía su sede en la cabalgadura del mandón de turno y en el lugar donde el mandatario sofocaba una revolución o asonada”. De ahí que la historia relata que el Congreso desde 1825 hasta 1900 se reunió en 29 oportunidades en Sucre, 20 en La Paz, siete en Oruro, dos en Cochabamba y una en Tapacarí.

Esos motivos, entre muchos otros, y el triunfo de los liberales en las elecciones municipales de La Paz, desconocidas por el gobierno de Severo Fernández Alonso, fueron el detonante de una corriente incontrolable de disturbios en La Paz, el posterior decreto de un estado de sitio y el desconocimiento a las actuaciones del gobierno municipal “impuesto por la fuerza”.

SUCRE, CAPITAL DE LA REPÚBLICA
El problema de la capitalidad —término utilizado por primera vez por el historiador Julio César Velásquez— surgió desde el mismo nacimiento de Bolivia a la vida independiente, tras el traslado de la sede del Congreso de Oruro a Sucre —a partir del Decreto Supremo del Mariscal Sucre, del 9 de febrero de 1825—, donde finalmente se resolvió el destino de las provincias del Alto Perú.
Los 39 diputados congregados en el hoy salón principal de la Casa de la Libertad o Salón de la Independencia, mediante Ley del 11 de agosto de 1825, denominaron al nuevo Estado libre como “República de Bolívar” y a la ciudad Capital de la República y su departamento como “Sucre”.
Mediante Ley del 1 de julio de 1826, el Congreso entregó al “Padre de la patria y fundador de Bolivia, Simón Bolívar”, la facultad de designar el lugar donde se erigirían los edificios necesarios para el funcionamiento de los tres poderes del Estado.

“Mientras se levanten los edificios necesarios para el Gobierno y cuerpo legislativo, Chuquisaca se declara capital provisoria de la República”, añadió la norma en aquel entonces.
La falta de recursos económicos para la edificación de la nueva sede capitalina determinó que el 10 de julio de 1839, el Congreso Constituyente sancionara la siguiente ley: “La Ciudad de Chuquisaca es la Capital de la República conforme a la ley del 11 de agosto de 1825, se llamará en adelante Ciudad Sucre”.

INTENTOS DE FEDERALIZAR BOLIVIA
El presidente Severo Fernández Alonso (1898-1899) estaba convencido de que el gobierno debería poseer una residencia fija. Ese domicilio, por la raigambre histórica y por haber “nutrido los cerebros de los genios de nuestra emancipación”, entre otras razones, debería ser Sucre, la capital legal de la Bolivia.
Para el efecto, en esos años se aceleraba la construcción del palacio de gobierno, además de puentes y carreteras, en el afán de cohesionar una obra de política nacional. A partir de ello, nació la idea de la “Ley de Radicatoria”, que era considerada como hostil e irritaba al pueblo de La Paz.

El Congreso Nacional inauguró su legislatura el 6 de agosto y transcurrió apacible y dedicado a temas habituales, sin asomarse, ni siquiera por sospecha, la tempestad que no tardaría en desatarse con características catastróficas.
En la sesión ordinaria vigésimo nona, del 26 de septiembre de 1989, el diputado por la segunda sección de Yungas, Isaac Campero, presentó a la plenaria un proyecto de ley que insertaba modificaciones trascendentes en la Constitución Política del Estado de 1880, en la que la forma unitaria del Estado era transformada a una república federal representativa con el nombre de “Estados Unidos de Bolivia”.

Destruyendo la forma de un Estado unitario y pretendiendo la adopción de un Estado federal, la moción decía: “Art. 1.- Bolivia, soberana, libre e independiente se constituye en la república federal representativa. Art. 2.- Los departamentos que constituyen la república como Sucre, La Paz, Cochabamba, Potosí, Santa Cruz, Oruro, Tarija, Beni y Cobija toman nombre de estados y la nación se denominará Estados Unidos de Bolivia. Art. 5.- Los estados de la unión boliviana reconocen recíprocamente sus autonomías, se declaran iguales en entidad política y conservan en toda su plenitud la soberanía nacional”.

De esa manera, la histórica rivalidad entre norte y sur, se acentuó entre la brigadas parlamentarias de Chuquisaca y La Paz, tensionando al extremo el ambiente político, pero la hábil pericia propia de políticos añejos permitió que esta iniciativa pasara a la comisión respectiva para quedar en el archivo temporalmente.

LEY DE RADICATORIA
La rivalidad entre sucrenses y paceños hizo crisis en los últimos meses de 1898, más propiamente en la sesión matinal ordinaria cuadragésima sexta del 31 de octubre de 1898, cuando la representación chuquisaqueña integrada por José María Linares, Isaac Vincenti, Fanor G. Romero, Napoleón García Romero, José María Urdininea, Juan María Fernández de Córdoba, Nicolás Ortiz, N. Rojas Estensoro y Julio M. Trigo, propuso el proyecto de “Ley de Radicatoria”, que establecía por disposición legal que la permanencia fija del Poder Ejecutivo quedaba en Sucre. La reacción no fue la esperada.

A contrapropuesta, la brigada paceña planteó otro proyecto de ley para el traslado del Poder Legislativo a Cochabamba.
La propuesta de los conservadores incorporaba el amor a la ciudad capital, pero se entremezclaba con los intereses económicos e intrigas políticas, propiciados por el coronel y senador José Manuel Pando, quien obtuvo el escaño por Chuquisaca gracias a los liberales chuquisaqueños Samuel Oropeza, Valentín Abecia, Ricardo Mujía, Luis Arce Lacaze, Agustín Iturricha y otros más.

El grupo liberal en el Parlamento apoyaba, supuestamente, la “Ley de Radicatoria” —propuesta por el representante de Sucre Isaac Vincenti—, pero sólo por considerarla un arma de doble filo para herir al presidente Fernández Alonso, puesto que si esta ley era vetada ofendería y enfurecería a los capitalinos, y si era promulgada, el pueblo paceño se alzaría y pondría sus tropas a órdenes del coronel José Manuel Pando.

El 15 de noviembre, en la 58º sesión, la Ley de Radicatoria fue aprobada y se rechazó el proyecto paceño.
Antes, en la quincuagésima séptima sesión del 14 de noviembre de 1898, la brigada parlamentaria paceña abrazó públicamente la causa federativa y nuevamente propuso la estructura de gobierno federal, en la que cada uno de los departamentos de Bolivia debería tener su propio gobierno y manejar sus recursos económicos.

De todas formas, el 19 de noviembre de 1898 la “Ley de Radicatoria” fue lanzada con un texto que rezaba así en sus partes importantes: El Poder Ejecutivo residirá permanentemente en la Capital de la República, salvo los casos determinados por la Constitución Política del Estado.

LA REVOLUCIÓN FEDERAL O LA GUERRA CIVIL DE 1898
Tras estos acontecimientos, la brigada parlamentaria paceña se replegó a su región por orden de una junta de gobierno paceña, que recibió a sus representantes con exaltadas expresiones de vítores y aclamación por haber defendido los intereses y derechos de La Paz, dejando en el Congreso otra propuesta de federalización.

Deseaban convertirse en un Estado autónomo y, para ello, se propusieron llevar adelante una revolución para derrocar al gobierno de Fernández Alonso.
Del otro lado, en Sucre, hubo manifestaciones públicas de apoyo al régimen unitario en medio de condenas a las proposiciones norteñas.

Frente a estas pretensiones y con la intención de amedrentar a los federalistas, el presidente Fernández Alonso partió hacia esa región con tres unidades del Ejército acantonadas en Sucre: el Escuadrón Bolívar, el Escuadrón Junín y Húsares.
En Challapata se enteró que más de 2.000 armas habían sido adquiridas por los rebeldes paceños, lo que le hizo comprender que la tarea de apaciguamiento sería dura y difícil. Desconfiando de la lealtad de los paceños al interior del Ejército, los retiró. En cambio, para reforzar las fuerzas leales al gobierno, pidió a las autoridades de Sucre que reclutasen voluntarios.

Bajo el mando de la Primera Brigada, con el Batallón 25 de Mayo y Escuadrón Sucre marcharon a la contienda jóvenes de la clase alta, muchos de ellos con sus propias armas sobre el lomo de caballos de su propiedad, mientras que las otras clases sociales eran cobijadas militarmente en la Segunda Brigada con el Batallón Olañeta y el Escuadrón Monteagudo. Esta efervescencia bélica se vio reforzada por 13 jóvenes sucrenses residentes en Potosí.

“A la falta de instrucción militar y munición de las brigadas de voluntarios chuquisaqueños, se añadió la hostilidad indígena al mando de Pablo Zárate ‘El Temible Willka’, que fue alentado por su belicosidad por el antichuquisaqueño coronel José Manuel Pando, nombrado comandante de las fuerzas federalistas de La Paz”.

Una historia negra de esta contienda bélica la marcó, sin duda, el 24 de enero de 1899, cuando las fuerzas de Pando y Elidoro Camacho, que habían recibido una dotación de armas modernas, atacaron a las fuerzas de Alonso.
El Batallón 25 de Mayo y el Escuadrón Sucre, que se dirigían al encuentro de las tropas leales, fueron interceptados por “las tropas de Pando y una numerosa indiada” en la población de Cosmini, donde cayeron heridos 27 soldados sucrenses y tres sacerdotes que los acompañaban. De nada les valió refugiarse en la iglesia del pueblo de Ayo Ayo, porque fueron salvajemente masacrados dentro del templo.

Al respecto el historiador Alfredo Jáuregui Rosquellas, relata este episodio de esta cruenta guerra fratricida así: “Con rumbo al sur, en carrera desatentada y confusión inmensa , cual correspondía a la inmensa significación del desastre, atravesaban la llanura los vencidos, los heridos, los salvados que al encontrar asilo, que creyeron seguro, en la casa de Dios, en el pueblo de Ayo-Ayo iban a hallar el ara del martirio siendo sacrificados en forma infernalmente bárbara, diabólicamente horrorosa, crispantes por su saña y refinamiento de crueldad. Y allí a la luz crepitante del incendio y al rumor tumultuoso de la muchedumbre alcoholizada y excitada por el vaho de la primera sangre vertida, fueron descuartizados, desmembrados, quemados, clavados a los muros, degollados como bestias de sacrificio 27 jóvenes del escuadrón simbólico, que pagaron con la flor de su vida en el error de un ideal extraviado en el tortuoso camino del más engaño”.

Entre tanto los pueblos de Bolivia, o negaban, como Potosí, entre mofas y silbidos su cooperación al sud, o permanecían impasibles como Santa Cruz y Tarija, o se apresuraban a secundar la revuelta como Cochabamba, Camargo y Tupiza.

El segundo encuentro bélico se concretó dos meses más tarde, el 10 de abril de 1899. En el Crucero de Paria, murieron 117 hombres y cayeron 120 heridos de ambos bandos tras cuatro horas de combate.
Según refieren los libros, 36 prisioneros chuquisaqueños fueron trasladados a La Paz, los derrotados retrocedieron a Oruro, el presidente Fernández Alonso huyó a Chile y los integrantes de las fuerzas chuquisaqueñas retornaron a sus hogares con la amargura de las dos derrotas

FIN DE LA GUERRA
Esta nueva derrota y la situación que se volvía muy pesada para el pueblo y un comentario que llegó a oídos de los chuquisaqueños de que fueron destrozados por los indios y muy pocos fueron los que salvaron la vida, fueron alicientes para incitar a que se detenga esta fratricida contienda.

Y fue José Manuel Pando que hizo la proposición de concordar la paz y detener esta lucha, quien en una misiva escueta pedía poner término a esta guerra civil, la cual fue aceptada por Alonso, estando de acuerdo en detener esta intestina contienda.

Consolidada la revolución, y reconocida por el pueblo boliviano, se procedió a nombrar nuevas autoridades liberales. Ya asentado el gobierno en La Paz, fue el propio general José Manuel Pando quien se encargó de disipar la propuesta paceña del traslado de la capital y el proyecto de federalización de la república.

Bibliografía resumida
Roberto Querejazu C. “La mal llamada Guerra Federal”.
Julio César Velásquez A. “Acerca de la capitalidad de la República de Bolivia”.
Alberto Rodríguez F. Documentos para la Historia de la Guerra Civil 1898-1899.
Carlos Ponce S. y Ana M. Montaño D. “La Revolución Federal de 1898-1899”.
Joaquín Loayza:. “Agua del Inisterio Número Cuatro”. Biblioteca de la Casa de la Libertad.
Archivo y Biblioteca Nacionales de Bolivia
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sábado, 8 de marzo de 2008

¿GUERRA FEDERAL?

F. Javier Limpias Ch.

Carlos D. Mesa (¿lo reconocen?) escribió, en su libro Historia de Bolivia, que "el federalismo fue una bandera coyuntural mediante la cual se inflamó el sentimiento regionalista del poderoso departamento de La Paz para justificar la rebelión". De igual forma, Enrique Finot escribió, en su obra Nueva Historia de Bolivia, que "la idea federal era un señuelo y un recurso de circunstancias".
La rebelión aludida, la supuesta guerra federal, fue ni más ni menos una guerra civil (así la denomina Finot), que se llevó a cabo entre los años 1898 y 1899, con la única intención de trasladar la sede de gobierno desde Sucre a la ciudad de La Paz.
No le importó a la elite paceña de entonces, desconocer una ley de la república, la famosa 'ley de radicatoria', que obligaba al Poder Ejecutivo residir permanentemente en la capital, la ciudad de Sucre. No les importó a los paceños conformar, en un mitin reunido en la plaza de armas paceña, una junta de gobierno rebelde integrada por el coronel José M. Pando (1), Macario Pinilla y Serapio Reyes Ortiz, el segundo, ex ministro, y el tercero, prefecto, ambos traicionando al presidente constitucional de entonces.
No tuvieron empacho los revolucionarios paceños levantarse en armas contra un gobierno legítimamente constituido, el de Severo Fernández Alonso, con la única finalidad de establecer como sede de gobierno a La Paz, convertida en ese momento como la ciudad más populosa y la más importante en términos económicos del país (2).
No dudó la elite paceña en incluir a los indios aimaras en su lucha por el poder, pactando con su líder, el famoso y temible Pablo Zárate Willka (3). Dicho pacto tuvo un propósito y una consecuencia fundamentales en nuestra historia. El propósito era usar de carne de cañón a los indios, ya que fueron utilizados como escudo en contra de las fuerzas constitucionales, además que sus constantes cercos y bloqueos acabaron con dicho ejército. La consecuencia del pacto fue que, una vez acabada la revolución, los paceños caen en cuenta lo poderoso y peligroso que se había convertido Zárate Willka, por lo tanto deciden tomarlo preso y ajusticiarlo (4), dejando huérfano al movimiento indígena.
Por último, no le importó a la elite paceña olvidarse olímpicamente de los postulados federalistas una vez acabada la guerra civil, controlando así a su antojo un Estado centralista por más de cien años (5).
Lo que no entiendo cómo es que a los cruceños, los paceños nos tilden de regionalistas y conspiradores, cuando fueron ellos quienes 'inflamados de regionalismo' se inventaron una guerra (¡hace más de cien años!!!) conspirando contra un gobierno legalmente constituido. No entiendo cómo es que la elite paceña de la actualidad, tenga el descaro de criticar recurrentemente el pedido cruceño de autonomía. Un pedido que se está haciendo de forma legal y legítima, sin acudir a ninguna clase de subterfugios. Un pedido que se hace de cara al pueblo, con manifestaciones de adhesión multitudinarias y con propuestas serias y posibles. Un pedido que se ha convertido en una necesidad, pues si no se logra vendrán días muchos más complicados que los de aquella falsa guerra (6).
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ACLARACIONES
(1) El General Pando cuando representaba a Chuquisaca como Senador, traicionó a ese departamento y también engañó al Presidente Fernández Alonso, pues le hizo creer que viajaba a la ciudad de La Paz para apaciguar a los revoltosos. “Cría cuervos y te sacarán los ojos”: Pando, Pinilla y Reyes. Buena pandilla.
(2) Potosí no estaba atrás en riqueza y aportes al estado con relación a La Paz. Y durante toda la colonia sostuvo los territorios que abarcaron los virreinatos de Lima y Buenos Aires, y lo mismo siguió haciendo durante la república, fiel cumplidora con sus contribuciones al Estado centralista, y con todo lo que tenía, nunca reclamó por aportar excesivamente como siempre lo hizo La Paz. Potosí siempre fue la más boliviana de todas las ciudades, y todas ellas deben seguir su ejemplo. Y, con el centralismo absorbente, ¿hoy qué tiene esta ciudad que lo dio todo?
(3) Carmen Guarachi, esposa del General Pando, era una cacica aimara, y fue ella la que pactó con Zárate Villca a pedido del cobarde de su esposo; Pando no se atrevía a enfrentarse con fuerzas iguales. El cacique acosó con cerca de 20.000 indígenas al ejército que defendía la Constitución Política.
(4) Pando también traicionó al cacique que le dio el gobierno anticonstitucional.
(5) Sin ningún derecho que la asista, pues ese honor le otorgó por votación unánime de los
Representantes nacionales a la Asamblea General Constituyente, incluidos los diez paceños, en la
Sesión del 10 de Julio de 1839, a la ciudad de Sucre. ¿Qué Asamblea le concedió esa potestad a la
ciudad de La Paz por unanimidad para que usufructúe de la Sede de Gobierno y del Congreso durante tanto tiempo?, ¿continuarán rompiendo indefinidamente las leyes que no les convienen por soberbia y mezquindad, y además, por su absoluto desprecio al resto de la República porque no aceptan las decisiones tomadas por el pueblo en 1839?
(6) Buscaban cualquier motivo para justificarla al ver que en la Asamblea General Constituyente de 1898, no les complacieron sus antojos. Incluso para presionar al Estado mostraron sus deseos de anexarse al Perú, o en su caso, independencia o autonomía (opción que hoy le rechazan al oriente y a otros departamentos que quieren liberarse del centralismo absorbente, pues no quieren sufrir lo que vivió y vive Potosí), y por último, apelaron a la federalización como bandera. Ya en 1863 cuando su candidato a la Presidencia, Pérez, perdió ante su contendor Achá, le hicieron su revolución porque tampoco los contentaron, y clamaron por la independencia o anexión al Perú. Ya el Mariscal Santa Cruz deseaba anexar al departamento de La Paz al Perú. ¿De qué separatismo acusan a Santa Cruz?

Las “Aclaraciones” las hizo Sergio Villa U.
Ver en: http://sucrecapitalidadplena.blogspot.com/, también hay otros artículos relativos a nuestra historia, esa historia sin mentiras.
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SEPARATISMO PACEÑO
En su obra “La plebe en acción”, don Alcides Arguedas, refiriéndose a una supuesta actitud adversa sucrense hacia los paceños, comenta: “Si desde los albores de la independencia el pueblo de La Paz hubiese empleado la totalidad de sus rentas en satisfacer sus propias necesidades, ya habría alcanzado positivos progresos materiales y morales y no sería, como era ahora, visto con desdén y menosprecio (1).
En la página subsiguiente transcribe un pasaje del periódico “El Prisma” (no indica la fecha):
“Subyugar La Paz – agregaba el periódico – quitarle el orgullo, azotarla, apedrearla y apalearla, he aquí lo que se quiere, y he aquí lo que no quieren conocer los paceños…” (2), más adelante y en la misma página Nº. 47, copia otro fragmento del periódico “La Época” (tampoco menciona la fecha), y él comenta el artículo diciendo: “… llevaba su consciencia hasta preferir la disolución de la nacionalidad antes que consentir en el triunfo de los del Sur”: (La Época): “Es preciso confesar y no dudarlo: los pérfidos sucrenses, si nos vencen, no solamente nos azotarán, si también nos crucificarán (2), nos robarán (3), despotizarán y harán de nosotros y de nuestros bienes lo que su barbaridad, odio y rapacidad les sugiera” (4)……… “En una palabra, debe desaparecer Sucre o sepultarse eternamente La Paz bajo sus gloriosas ruinas, cual otra Sagunto y Numancia. Si esto no es posible, debemos castigar la crueldad y corrupción de esos bandidos (5) haciendo capital a Cochabamba, pueblo céntrico, valiente, industrioso, ilustrado y al que nos ligan vínculos de fraternidad, comercio, etc., etc…. Mas si no se puede realizar los dos remedios anteriores, y es derrotado el ejército del Norte, basta ya de pertenecer a la República a que pertenece el pueblo de Sucre (6). No necesitamos del Sud: bastante seremos Cochabamba, Oruro y La Paz: entre bárbaros del norte (7) haremos nuestra felicidad; y que hagan los sabios y muy humanos del Sud la suya. Y si Cochabamba y Oruro no quisieran abrazar nuestro partido, aún nos queda otro remedio: borrar para siempre el nombre de bolivianos (8), que nos ha causado y causa la dependencia y servidumbre chuquisaqueña…” (9) y (10).

(1) Ya lo comenté antes en las “Aclaraciones”, Potosí lo dio todo a Bolivia, y no dijo nunca nada, qué “mal ejemplo” para los paceños.
(2) ¡Santo Dios, qué crueles son los chuquisaqueños!
(3) “El ladrón cree que todos son de su condición”.
(4) El salvajismo chuquisaqueño se hace patente, según esa versión.
(5) Ahora los crueles son los paceños.
(6) ¡Qué odio a los chuquisaqueños! (y todavía dicen que los chuquisaqueños los odian), y por eso buscarán su independencia y separatismo de todo el departamento.
(7) ¿Reconocen su soberbia y mezquindad?
(8) ¡Separatismo total! ¿Y por qué dicen que Santa Cruz es la separatista si solamente pide autonomía?, y no está amenazando con anexarse al Brasil, como los norteños lo hacen abiertamente al Perú.
(9) Desde 1899, ¿qué departamento de Bolivia “ha causado y causa la dependencia y servidumbre de toda la nación”, con el beneficio correspondiente que le otorga el centralismo?, la respuesta es obvia.
(10) En gran parte de los artículos publicados en los periódicos “El Prisma” y “La Época”, acusan a Chuquisaca como a la enemiga de La Paz, situación que no es cierta. Siempre fue la ciudad de La Paz la que fue hostil porque nunca les hizo gracia que fuera La Plata la Primera ciudad fundada en estos territorios, Primera y única Sede de la Audiencia de Charcas, Primera ciudad Capital de la Audiencia, Primera Sede del Arzobispado Metropolitano en el territorio de Charcas, Primera ciudad que en la Audiencia se fundó un Arzobispado en territorios tan extensos, Primera ciudad desde donde se administró la economía desde Buenos Aires hasta el Cuzco, y aquí se fundó la Primera Universidad más importante que tuvo la Audiencia de Charcas, también en La Plata se dio el Primer Grito Libertario de toda la colonia española, y como era de esperar, fue la Primera en dar el ejemplo con su levantamiento en Mayo de 1809, y en propagar su revolución desde Buenos Aires hasta Sultepec y Dolores en México, luego fue la Primera y única ciudad donde se firmó el Acta de nuestra Independencia, y aquí se reunió por Primera vez una Asamblea independentista en el Alto Perú, y también en Chuquisaca se administró por Primera vez la Nación ya independiente, aquí residió el Primer Presidente de Bolivia, y como no podía ser en otro lugar, aquí por Primera vez se firmó y confeccionó el Acta Fundamental de la Nación, también fue y es la Primera ciudad Capital de Bolivia y Primera Sede de los Poderes del Estado.
En los territorios de la Intendencia de La Plata se fundó Tarija, y se creó la Provincia Cordillera,
y en los de Chuquisaca se fundó Oruro, y luego se cercenaron de este Departamento territorios que pasaron a los departamentos de Santa Cruz y Tarija. ¿Acaso nadie recuerda el trato que le dio y da la ciudad de La Paz a la ciudad que fue cuna de la libertad?, ¿alguien puede explicar por qué las autoridades y los historiadores paceños vilipendian permanentemente a la revolución de Mayo?, ¿por qué uno de sus historiadores (Manuel María Pinto) difamó con expresiones despectivas y ofensivas a los héroes nacionales que intervinieron en la revolución de Mayo, Arenales y los hermanos Zudáñez, solamente por haber estado ellos entre los principales complotados y propulsores del envío de emisarios a La Paz y muchas otras ciudades coloniales para soliviantarlos? Antes que se mutile el territorio del departamento de Chuquisaca en beneficio de los departamentos vecinos, ¿por qué los diputados y senadores paceños apoyaron a estos departamentos con su voto para que se cercene a Chuquisaca?, ¿nunca leyeron los libros de historia escritos por los señores José Rosendo Gutiérrez, Luís F. Jemio, José Vicente Ochoa, Manuel María Pinto (h), José María Baldivia Galdo, Juan Reyes Aramayo y la Sra. Genoveva Loza Balsa?, en la mayoría de sus páginas lo único que hacen es agredir al 25 de Mayo de 1809 tratando de descalificarla como la fecha magna de América, y lo hacen sin pruebas documentales que justifiquen semejante despropósito, y nada menos que con el único objetivo de realzar a la del 16 de Julio de 1809 para mostrarla como la “primera revolución”. ¿Las autoridades e historiadores chuquisaqueños desprestigiaron alguna vez de esa manera al 16 de Julio de 1809?, desde luego que no, pues lo único que hacen es corregir los muchos errores cometidos en sus hipótesis indocumentadas de sus autoridades e historiadores del norte.
Y ahora sólo caben un par de preguntas, ¿quién es el enemigo de quien?, y ¿quién ofende a quien?

Nota:- Me tomo la libertad de transcribir un comentario que llegó a mi correo:
“Que cuando Santa Cruz habla de autonomía o alguien enfurecido manifiesta su descontento por el centralismo que no deja cargo en el país por no adueñarse, y favorecerse de los privilegios que descaradamente se benefician, desde La Paz, se lo acusan de separatista por no ser obsecuente, sin embargo en la historia de este País no hubo departamento que más haya manifestado su deseo de independencia o de pertenecer al Perú que el departamento de La Paz, la última vez sucedió hacen algunos meses, tres provincias del Norte de ese departamento manifestaron que si no escuchaban sus requerimientos se anexarían al Perú (1) y el gobierno escuchó su requerimiento y no critico la amenaza, sin embargo, de haber sido Santa Cruz los estuvieran procesando por traición a la patria.”

(1) Pregunto: ¿No fue en esas provincias que hicieron flamear la bandera peruana?
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