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domingo, 27 de julio de 2008

HOMENAJE AL 25 DE MAYO

HOMENAJE A LA CAPITAL DE LA REPUBLICA
AL CUMPLIR 199 AÑOS DEL PRIMER GRITO DE INDEPENDENCIA DE ESTA AMERICA HISPANA

"José Manuel Palenque Armas"
realizado en el “Rotary Club La Paz (Bolivia)

LA CIUDAD DE LOS CUATRO NOMBRES

Chuquisaca, La Plata y Charcas y Sucre, son los cuatro nombres, con los que ha sido conocida a la ciudad que hoy es la Capital Constitucional de la República de Bolivia, por Ley de 12 de Julio de 1839, quedando el nombre de Chuquisaca para todo el Departamento.

El nombre de Charcas, responde a las culturas que se establecieron en la región y que posteriores investigaciones las denominan Yamparas o Amparas y Mojocoyas. Según las crónicas del Siglo XVII, los charcas habitaban, esparcidos en las orillas de los ríos y terrenos bajos, formando un poblado lleno de toldos como residencia de sus más prestigiosos caciques, jampiris, sacerdotes, hechiceros y capitanes en Choque-Chaca

El nombre de La Plata, aparece en la fundación de la ciudad en 1538, por el capitan Pedro de Anzurez, por mandato del Marqués Don Francisco Pizarro, como ciudad de La Plata y se convirtió en la capital de la Real Audiencia de Charcas, elevada al rango de ciudad en 1553. La jurisdicción del Cabildo Secular de La Plata, se extendió desde esa villa hasta el Tucumán en el Sur. Hasta el siglo XVIII, La Plata fue el centro judicial, cultural y religioso de la región.

Tiempo después de fundada la ciudad, se cambió el nombre a Chuquisaca, por el estado político de Perú y por la repercusión de los acontecimientos que se desarrollaron en Norteamérica, vino a hacerse práctica en los criollos, cual si se tratara de establecer un control a las costumbres, no designar a la ciudad por su verdadero nombre, sino con el de Chuquisaca, contradicción modificatoria de Choquechaca, como le llamaban los originarios a la Capital.

En el año de 1825, cuando se fundó la República a la capital se le dará el nombre se Sucre, en honor al Mariscal Antonio José de Sucre, quien fue miembro de los ejércitos libertarios y Presidente de la nueva República. La nominación de Ciudad de Sucre data del 11 de agosto de 1825 y fue declarada Capital de la República al 12 de Julio de 1839.

Texto extraído del documento original (1909) que se halla en el Archivo y Biblioteca Nacionales, Sucre. Según investigación de Luís Rios Quiroga.
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UN POCO DE HISTORIA SOBRE EL 25 DE MAYO DE 1809
¿Que dijeron los colonizadores?
Documentos que demuestran donde se dio el primer grito libertario en 1809. (Recogido por Sergio Villa Urioste sobre base documentada.)

Nota: Se mantiene la ortografía original de los documentos.

1.- Don Juan de Goyeneche, el 10 de agosto de 1809, le escribió una carta al Conde de la Casa Real de Moneda de Potosí, y en la misma comenta de su hijo el Brigadier José Manuel:
“…..Que la pericia, buen pulso y ascendencia que tiene con todos, a de apagar las chispas que han cundido en La Paz, al perverso ejemplo de Chuquisaca y quiera Dios que no trascienda a otras partes.”

2.- Del informe que hizo el Virrey Abascal, cuando entregó la silla virreinal al nuevo Virrey Pezuela en 1816, sobre los acontecimientos ocurridos el 25 de mayo y el 16 de julio:

Refiriéndose al 25 de Mayo:…“Lo que había dado lugar a que el contagio se extendiese hasta La Paz, siendo ya de temer que se hiciese general en las demás provincias…. ”Continúa el informe……De urgente y necesaria la determinación de estrechar a los revoltosos de La Paz y Chuquisaca, las nuevas ocurrencias de la misma especie, suscitadas en Quito, levantando descaradamente el estandarte de la independencia, la corroboraron…” continúa el documento “…. Por cuyo conducto recibí anoche la carta de V.E. de 23 de julio, en que me instruye de haber trascendido a la ciudad de La Paz las turbaciones de Chuquisaca y enterado V.S. de mis disposiciones “para que en esa ciudad se subleven”

3.- Testimonio de fray Marcos Benavente, guardián del Convento de San Francisco en La Plata, que fue uno de los testigos oculares de la revolución de Mayo, escribió una “Relación Histórica del 25 de mayo de 1809”, veamos un pasaje del mencionado relato:
“…surgieron las dificultades con el presidente y el pretexto para que estalle el movimiento revolucionario que venía preparándose.”
“…prueba evidente que el señor Pizarro no fue causa de aquel motín, sino los insurgentes que descubrieran a su tiempo pues si todo lo sucedido en la noche del 25, no hubiese estado premeditado y acordado, nada era mas fácil que sosegar al pueblo después de la soltura del doctor Zudañés…”
La revolución de mayo según cuenta el fraile Benavente, venía preparándose y dice que ya estaba premeditado y acordado, y esta apreciación la hace sobre la base de lo ocurrido y lo que vio. La revolución de mayo no fue improvisada ya estaba
preparada y sólo esperaban el momento oportuno. Fray Benavente fue premiado por los españoles por la colaboración que les dio
Testimonios de algunos protomártires e historiadores

3.- Don Juan Basilio Catacora en sus declaraciones a las autoridades judiciales españolas, así respondió a las preguntas que le hicieron:
“... Que con motivos de haberse advertido en la ciudad de La Plata el movimiento de sublevación acaecido el 25 de mayo de este año…” y después de haber discutido sobre los acontecimientos de la ciudad de La Plata acordaron unánimemente sostener ilesos los derechos de don Fernando VII, bajo cuyo sagrado nombre trataban de invertir el orden público imitando a los suversores de Charcas”…De haberse reunido el declarante en la casa de Murillo con el abogado Michel y el amanuense Francisco Inofosa, comenzó el tercero hacer una exacta y viva pintura de los sucesos de La Plata” “... de cuyas resultas acordaron por último hacer un esfuerzo para imitar a los de la Ciudad de La Plata.”

4.- Don Manuel Josef Cosío, alias el Mazamorra, en sus declaraciones a los jueces inquisidores dijo: “que todos los habitantes debían seguir ciegamente las huellas de La Plata…con otros varios excesos que se advirtieron el veinticinco de mayo y aconsejando a todo este vecindario que despertasen de su letargo en que se habían yacido…” (Original: Josef con f)

5.-Don Estanislao Just Lleó “Comienzo de la Independencia en el Alto Perú” citado por R..Querejazu “Chuquisaca 1538-1825 … “de la lucha que llevará al Alto Perú a la consecución de su independencia de la corona de España” “Los sucesos de La Paz de julio de 1809 y los del año siguiente en otros lugares del territorio – Cochabamba, Oruro, Potosí, etc. Solamente adquieren su propia comprensión partiendo de la obra revolucionaria de Charcas…..el movimiento chuquisaqueño llega a entroncar con el que surge un año mas tarde en la capital del Virreinato, Buenos Aires y con el movimiento general emancipador hispanoamericano”…El movimiento de Charcas es el comienzo de la lucha por la emancipación de los territorios altoperuanos…. Por tanto la fecha de 1809 – 25 de mayo – parece más acorde con la realidad de los sucesos”…” por todo ello, creo, que, con las limitaciones que supone todo lo enfático, podríamos llamar a Charcas, la cuna de la real independencia hispanoamericana.
Para terminar esta reminiscencia y citas históricas documentadas: citaremos a uno de los más importantes historiadores de nuestro amado país, Don Valentín Abecia Ayllón
“Entre las mas clásicas obcecaciones que el espíritu americano ha podido presentar, no hay una deformante colosal, como aquella que intente desconocer la prioridad de Chuquisaca en la revolución sudamericana.”

Homenaje preparado por el c.r. José Manuel Palenque, demócrata y originario de Sucre, en homenaje a Chuquisaca.--La Paz, Mayo de 2008
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UN POCO DE POESIA CHUQUISAQUEÑA (*)
Sabrán que no sólo eres
La vieja Catedral o ese Palacio
Legislativo, lleno de reliquias

Sabrán que eres alma, luz, sosiego
Corazón de la nueva Patria Boliviana.
Y de tanto caminar por tus calles
De tanto mirar tu límpido cielo,
Yo se que un día, han de abrirte el clavel
Que permanece dormido en tu entraña,
Para florecerlo en eterna gloria.

En ti de tu cielo azul, debían hacerse
Todos los cielos de esta América
En ti de tu eterna sonrisa,
Todos los valles de esta América
Están por designarte las auroras
Ciudad de eterna primavera

(*) Fragmentos del Canto a la ciudad de las cuatro nombres del poeta laureado,
Walter Arduz, merecedor de la banda del Gay Saber
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CANTO A CHUQUISACA (*)

Con que triste dulzura nos arroba
La letanía de las fuentes
de piedra de tus cerros tutelares
En plazas y jardines donde duermen
Las horas su letargo
Igual que la princesa Blanca Nieves
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Que la añoranza sirva
De vínculo fraterno para quienes
Lejos de ti, bregamos por la vida,
Con ansias locas de volver a verte.

(*) Fragmento del “Canto a Chuquisaca” poema del laureado vate don Gregorio Reynolds.
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LA DOCTA CHARCAS (*)
Tu fuiste la primera, toda altivezala
que despachaste la fuerza ibérica
tu también propagaste la marsellesa
en todos los confines de aquesta América.
La de abolengo ilustre por sus doctores,
la de inmortal prosapia por su sapiencia,
y que fundir supo crisol de honores
en el legendario grito de independencia.
Eres de las bondades la fuente pura
tus anales no tienen ningún misterio
por que das generosa, toda ternura,
esa bendita leche de tu Inisterio.
Ciudad de lirios del os y claveles
la incaica fuente de oro la Coquechacame
caben tus cantares a ricas mieles
al vibrar en la quiebra del Quirpinchaca.
Ciudad, la resignada, que en primavera
tiene como floridas rojas leyendas
ciudad de bravuras, siempre primera
en el fragor indómito de las contiendas.
Ciudad Chuquisaqueña, como delinco
tu voz vibrar supo, junto al aprisco,
esa voz sonora de eco broncíneo,
que surgió de la torre de San Francisco.
Ciudad de leyendas, Pedro Anzures
te forjó con las luces de sacra estrella
bajo el combo de bajos cielos azules
en la falda risueña del Churuquella.
Ciudad de rosedales que el viento peina
en el corcel de los tiempos bella amazona.
Eres entre los pueblos augusta y reina
y como reina augusta, siempre patrona.
Los pueblos que desean negar tu historia
dormirte en la miseria, de sucios trapos
ya quisieran Madona, para su gloria
un pedazo siquiera de tus harapos.
(*) Ricardo Arroyo Salinas, conocido como Confusio ************************************************************

JUANA AZURDUY DE PADILLA


FLOR DEL ALTOPERU

Alberto J. Lapolla (*)
En 1825 llegó una comitiva a la polvorienta ciudad de Chuquisaca a buscar el lugar donde vivía, olvidada y en precarias condiciones, la teniente coronel Juana Azurduy de Padilla.

Es el general Simón Bolívar, acompañado de Sucre y de su estado mayor, para rendirle homenaje a esa mujer de América, a la que dice: "La joven República de Bolivia no debió llevar ese nombre sino el de Juana Azurduy".

El presidente vitalicio mariscal Sucre le otorga una pensión, pero su sucesor pronto se la quitará. El 25 de mayo de 1862, como para dejar en la doble efeméride altoperuana de 1809 y platense de 1810 otro testimonio de su inmenso patriotismo, próxima a cumplir 82 años, en el más absoluto ostracismo y miseria, murió Juana de América, la guerrillera de la libertad.Juana Azurduy y la revolución continental.

Una historia silenciada. Un artículo de Alberto J. Lapolla

Francisco de Miranda murió en las mazmorras de Fernando VII en Cádiz. Mariano Moreno fue envenenado por el capitán de un barco británico y su cadáver arrojado al mar, anticipando un destino recurrente para los revolucionarios argentinos.

Manuel Belgrano murió en la pobreza en 1820, cuando aún la América necesitaba de sus inigualables servicios. Todavía no se habían cumplido ocho años de que hubiera salvado a la Revolución continental en Tucumán. Bolívar murió solo, perseguido por facciones oligárquicas que combatían su proyecto de unidad continental, expresando con amargura 'he sembrado en el viento y arado en el mar'.

Bernardo O'Higginns fue desterrado y perseguido luego de luchar toda su vida por la libertad americana. Monteagudo fue apuñalado en una oscura calle de Lima. Dorrego fue fusilado sin juicio alguno -por instigación de Rivadavia- por su antiguo compañero de mil batallas, 'el sable sin cabeza', el genocida Juan Galo de Lavalle. Juan J. Castelli, el 'orador supremo de la revolución', quien destruyera los argumentos realistas en mayo de 1810, el jefe del ejército libertador americano que más cerca estuvo de llegar a Lima y destruir de un golpe el poder imperial español, antes de la llegada de San Martín, murió con su lengua cortada, preso y perseguido.


Apenas dos días antes San Martín, Alvear y su discípulo Monteagudo acababan de desalojar al gobierno contrarrevolucionario de Rivadavia y el Primer Triunvirato, retomando la senda de Moreno y la Revolución. En este marco de ingratitud caída sobre nuestros revolucionarios, aquellos que nos dieron la libertad y produjeron la más grande de las revoluciones del mundo occidental del siglo XIX, no es de extrañar que Juana Azurduy, la mayor guerrera de América, 'Juana de América' -en un continente que hizo de la resistencia su identidad-, terminara sus días como una mendiga miserable en la calles de Chuquisaca habitando un rancho de paja.

Juana Azurduy y su esposo el prócer americano Manuel Ascencio Padilla, son los máximos héroes de la libertad del Alto Perú y por ende de nuestra libertad como americanos y como provincia argentina de la gran nación americana.

Sólo la ignominia que aun campea sobre nuestra historia y sobre sus mejores hijos, hace que la República de Bolivia -escindida de la gran nación rioplatense, por el elitismo sin par de los ejércitos porteños que desfilaron, saquearon, defeccionaron y abandonaron el Alto Perú, a excepción del general Belgrano y por las apetencias oligárquicas- no considere a Juana y a su esposo el coronel Padilla como sus máximos héroes, y sí rinda honores al mariscal Santa Cruz uno de los generales realistas que reprimió la Revolución de La Paz de 1809, y que se pasó a las filas patriotas al final de la guerra de la Independencia.

Fue el propio Bolívar quien al visitar a Doña Juana -ya destruida por las muertes de los suyos, el olvido de sus conciudadanos y el saqueo de sus bienes- le expresara ante la sorpresa de sus compatriotas, que Bolivia no debía llevar su nombre sino el de Padilla, su mayor jefe revolucionario. Pero los adulones destruyen las revoluciones.

El Alto Perú, tierra india Juana Azurduy -junto a su esposo- simbolizan lo mejor de la revolución americana, lo popular y lo indio de nuestra gesta emancipadora. Combatieron por la libertad del Alto Perú –por entonces parte del Virreinato del Río de la Plata primero y de las Provincias Unidas después- desde la revolución de Chuquisaca en 1809 -que fueran ahogadas en sangre desde Lima y Buenos Aires. Y en particular guerrearon sin descanso y sin cuartel desde el grito de libertad del 25 de mayo de 1810. Ellos y los 105 caudillos indios y gauchos como Vicente Camargo, el cacique Buscay, el coronel Warnes, el padre Muñecas, Francisco Uriondo, Angulo, Zelaya, el Marqués de Tojo, el Marqués de Yavi, José Miguel Lanza, Esquivel, Méndez, Jacinto Cueto, el indio Lira, Mendieta, Fuente Zerna, Mateo Ramírez y Avilés entre muchos otros, junto a Güemes en Salta, fueron quienes impidieron que luego de las sucesivas derrotas de los ejércitos porteños al Norte, los realistas pudieran avanzar sobre Buenos Aires y destruyeran la revolución.
Juana y Padilla eran oriundos de Chuquisaca -también llamada La Plata o Charcas- sede de la universidad. Allí estudiaron -y conspiraron- Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo de Monteagudo. Castelli, ya jefe del Ejército del Norte, se hospedó en la casa de Padilla en su marcha hacia La Paz. Moreno era abogado defensor de indios pobres y perseguidos en el estudio del doctor Gascón en Chuquisaca. Allí contactó con el movimiento revolucionario.
Juana nació en 1780, el año en que Túpac Amaru lanzó su revolución indígena que casi liquida al poder español. Sería el mismo favorito -de la reina- Godoy quien señalara que la rebelión de Túpac estuvo a punto de quitarle a España los virreinatos del Perú y del Plata. Esa rebelión ahogada en la sangre de los cien mil indios ajusticiados por la represión genocida española y en los gritos del suplicio del gran Túpac, su esposa Micaela Bastidas Puyucawa y sus hijos, abrió el camino de la libertad pese a su derrota.

El ejemplo del Inca Condorcanqui no podía sino conmover hasta los tuétanos el corazón de la América del Sur, del cual el Ato Perú y el Perú eran su núcleo principal de población original, con culturas profundas y altivas. Nada sería igual después de la rebelión de Túpac: ni el dominio español ni la resistencia americana. La generación posterior a su derrota, sabría vengar su suplicio y expulsaría a los criminales españoles por mucho tiempo.

Es así que el sol de nuestra bandera es el glorioso sol de los incas y de Túpac Amaru. La revolución continental Juana Azurduy es la máxima heroína de la Independencia Americana y su vida un verdadero ejemplo de la entrega a la revolución y a la lucha por la libertad de sus semejantes.
El Alto Perú era el corazón del sistema colonial español y del genocidio indígena. Allí los indios enviados al socavón del Potosí eran despedidos para nunca más volver. Morían a los veinte años de edad con los pulmones perforados, a los dos años de llegar a la bocamina. Allí todas las injusticias eran realizadas en nombre del rey de España. Los azotes -las arrobas- eran el trato habitual para el indio.
Juana, una hermosa mujer de familia criolla, habría podido tener una vida acomodada de mujer casada. En lugar de ello prefirió el combate sin cuartel por la libertad. En esa lucha perdió de la manera más cruel a sus cuatro hijos pequeños, destruidos por el hambre, las penurias y el paludismo. Vio la cabeza de su esposo -el héroe Padilla- clavada en una pica carcomida por los gusanos.Vio a los ejércitos elitistas porteños, subir hasta la garganta del Desaguadero y ser destruidos uno tras otro por las tropas del Virrey del Perú. Arrogantes al extremo de impedir que las fuerzas guerrilleras -mejor capacitados que ellos para el Alto Perú- combatieran como parte del ejército regular. Cada vez más deteriorados, centralistas, autoritarios y cada vez más odiosos contra lo indígena. El extremo fue el ejército corrupto de Rondeau y Martín Rodríguez, que en el colmo de su impericia hizo volver al general Arenales que oficiaba -por orden de San Martín- como comandante de las montoneras, dejándolas sin estrategia de conjunto.

Martín Rodríguez, por su parte, hizo su aprendizaje de saqueo y enriquecimiento ilícito en el Alto Perú, para luego continuarlo en la 'feliz experiencia' de la restauración rivadaviana posterior a 1820. Primero fue Castelli, que en su ejemplar afán revolucionario no estuvo exento de un jacobinismo a veces desmesurado, en particular por las actitudes iconoclastas del joven Monteagudo.

Belgrano intentó reparar luego, los excesos de su primo Castelli. El ayudó y premió a Juana y al coronel Padilla. Fue sin duda la mejor de las expediciones, pero tenía por meta un imposible como era llegar a Lima por allí, cuestión que don Manuel ya sabía. Sólo aceptó continuar por las presiones de Buenos Aires. Luego, la lamentable experiencia de Rondeau. Por último el intento también fallido de Lamadrid, enviado por Belgrano para auxiliar la feroz represión de que eran objeto los ejércitos montoneros de los caudillos altoperuanos luego de Sipe Sipe. La guerra gaucha montonera

Luego de Vilcapugio y Ayohuma, pero en particular a posteriori del desastre de Sipe Sipe en 1815, la situación del Alto Perú se tornó terrible. El poder español impuso un terror desenfrenado como política de 'pacificación' de la revolución altoperuana. Decenas de miles de paisanos fueron pasados por las armas o murieron en combate. Las torturas más atroces y los escarmientos más crueles fueron aplicados a los guerrilleros mayoritariamente indios de lo que hoy es Bolivia. 105 caudillos altoperuanos libraron la guerra gaucha. 'La Guerra de las Republiquetas' la llamó Mitre en su historia oficial, para no usar la palabra montonera, pues su gobierno había sido enfrentado por la montonera federal -y que él pasó a degüello de la misma manera que los españoles- de todo el país.
Fue la mayor guerra de guerrillas del continente americano entre 1810 y 1825. De los 105 jefes sólo sobrevivirían nueve al final de la guerra. La mayoría moriría en combate o sería bárbaramente ajusticiada por el terror de Abascal y Pezuela. Sus cabezas serían clavadas en picas en las plazas de los pueblos para escarmiento popular. La guerra de partidarios -partisanos- montoneros o de recursos, la guerrilla del Alto Perú y la de Güemes en Salta, fueron organizadas por el general San Martín, veterano de la guerra de guerrillas en España contra Napoleón.
Pocos saben que esta guerra sería el ejemplo que tomarían los patriotas italianos, franceses, yugoeslavos, rusos, bielorrusos, ucranianos y griegos para luchar contra la ocupación alemana en la Segunda Guerra Mundial. Hasta allí llegaría el rumor potente y victorioso de Juana de América y sus compañeros, pese a que entre nosotros doña Juana sea sólo una canción.

La historia oficial argentina prefirió olvidar a los gloriosos revolucionarios del Alto Perú por dos razones.

Primero porque debido a las infamias cometidas por los ejércitos porteños, lograda su independencia en 1825 -y tal cual dejó entrever Ascencio Padilla en la carta que envió al fugitivo Rondeau- el Alto Perú decidió independizarse no sólo de España, sino también de Buenos Aires.

Pasaría a llamarse Bolívar primero y Bolivia después, pese a la oposición del Libertador que comprendía que así ambas naciones perdían, pero el Alto Perú perdía más. La medida a su vez profundizaba la balcanización de la América unida que Gran Bretaña piloteaba a toda máquina apoyada en los Rivadavia y García de cada ciudad-puerto del continente.
La segunda razón del olvido altoperuano en la historia argentina obedece a razones más abyectas. La guerra del alto Perú es esencialmente una guerra de indios, de caudillos, de gauchos, de los patriotas de a caballo, del pueblo puro de América. Ese mismo pueblo que las tropas porteñas destruirían una y otra vez en la Banda Oriental, en el litoral o en el interior y finalmente en el Paraguay. Además eran guerrilleros, caudillos militares y habían ganado su grados -Manuel Ascencio Padilla fue designado coronel del Ejército del Norte cuando su cabeza estaba ya clavada en una pica.

Juana Azurduy fue nombrada teniente coronel del ejército argentino a pedido de Manuel Belgrano- en el combate. Reivindicar su memoria para la historia oficial es nombrar lo innombrable. Lo gaucho. La 'barbarie' de Sarmiento, la lucha de los pobres. Reconocer que los indios, los gauchos, los negros, los esclavos, los mestizos no eran inferiores sino que por el contrario, lucharon con mayor tenacidad y desprendimiento que la clase culta porteña por la libertad. Reconocerlo es negar el papel rector de Buenos Aires en el destino americano que inventó el partido unitario -y luego mitrista- y tanto daño hizo a la causa americana.

Mejor es olvidar. "- No sólo son bolivianos -'bolitas'- además son indios, negros, matacos –monos". Era verdad, como demostraría San Martín, que por el Alto Perú no se podía llegar a Lima, pero Buenos Aires con la historia oficial oculta algo más grave que explica el suplicio de la población altoperuana, jujeña y salteña entregada a la represión genocida española.

Buenos Aires pudo haber liberado un gran ejército que tuvo combatiendo largo tiempo en la Banda Oriental para auxilio de los pueblos del Norte. Sólo debía reconocer -tal cual lo planteó Moreno en su Plan Revolucionario- que Artigas debía comandar la guerra por la liberación de la Banda Oriental, con sus gauchos y su pueblo, del cual era el jefe natural. Pero eso era inadmisible para la elitista y exclusionista clase mercantil porteña.

En lugar de eso prefirieron entregar la Banda Oriental, primero a Portugal -se lo propusieron en secreto Alvear, Alvárez Thomas y Pueyrredón- y luego aceptaron su 'independencia' colonial británica, que lograba así crear otro estado en la boca del Plata, impidiendo que la Argentina tuviera el exclusivo control de los ríos de la cuenca. Esa y no otra fue la causa de todas las guerras contra Rosas, Caseros incluida. Cualquier cosa antes de aceptar que los gauchos se manden a sí mismos, o peor aun que 'nos manden'. Con sólo enviar esas tropas al Alto Perú y estacionarlas en Potosí -como señalaron Belgrano y San Martín- mientras se preparaba el cruce de los Andes, el pueblo boliviano habría sido salvado de sufrir lo indecible.
Juana Azurduy es la revolución, es el pueblo en armas, son las mujeres del pueblo en armas, que pelean junto a los hombres, igual o mejor que ellos, que los mandan. Mujeres y hombres que destruyen ejércitos completos, superiores en número y armamento. Armados con hondas, macanas, lanzas, boleadoras, a fuerza de coraje y fiereza. Coraje y fiereza que dan la decisión de luchar hasta el fin por la libertad, por la justicia contra la opresión y el sometimiento de los semejantes.

Luego del asesinato de su esposo y de varios de los principales jefes guerrilleros, Juana bajó a Salta y combatió junto a Güemes, quien la protegió y le dio el lugar correspondiente. Luego del asesinato de Güemes en 1821, Juana entró en una profunda depresión.
En 1825 solicitó auxilio económico al gobierno argentino para retornar a Chuquisaca. La respuesta del gobierno salteño resultó indignante, apenas le otorgó '50 pesos y cuatro mulas' para llegar a la 'nueva nación de Bolivia'.

Doña Juana murió a los 82 años en la mayor pobreza.'Juana avanzaba casi en línea recta, rodeada por sus feroces amazonas descargando su sable a diestra y siniestra, matando e hiriendo. Cuando llegó a donde quería llegar, junto al abanderado de las fuerzas enemigas, sudorosa y sangrante, lo atravesó con un vigoroso envión de su sable, lo derribó de su caballo y estirándose hacia el suelo aferrada del pomo de su montura conquistó la enseña del reino de España que llevaba los lauros de los triunfos realistas en Puno, Cuzco, Arequipa y La Paz' (1).

Por esta acción en la batalla del Villar, en 1816, Juana Azurduy fue ascendida por Belgrano al grado de teniente coronel del Ejército de las Provincias Unidas.

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(1) O' Donnell Pacho. Juana Azurduy. Planeta. 1998

(*) artículo publicado por la Revista Lilith de marzo de 2005, Buenos Aires